Historias de la vida de la EdC: Un gesto inesperado por parte del “jefe” cambia el ambiente en la empresa.
por John Mundell*
Recuerdo que hace años, en una época de mucho trabajo, la oficina se convirtió, como diría mi madre, en una “pocilga”. Las personas se quedaban trabajando hasta tarde y no reciclaban los residuos. Nuestra pequeña cocina se llenó de platos y contenedores con restos. Y nadie hacía nada para mejorar la situación.
Me di cuenta de que limpiar la cocina sería un verdadero acto de amor hacia todos. Un día durante la comida, cuando todos estaban fuera (¡no quedaban platos limpios ni sitio en el banco!), fui a la cocina y limpié todos los platos, los bancos y los fregaderos, barrí el suelo, saqué del frigorífico los contenedores con restos y llevé fuera toda la basura. Una hora después, la cocina volvía a estar inmaculada. Sin mancha. Regresé a mi despacho y me puse a trabajar.
A medida que la gente volvía de la comida, podía oír un murmullo de fondo: “¿Quién habrá limpiado la cocina?".
Poco después todos se dieron cuenta de que lo había hecho yo (el presidente de la sociedad) sin decir nada a nadie. Más tarde, ese mismo día, otro se puso a limpiar de la misma manera la sala de producción de informes. otros empezaron a limpiar sus propias zonas de trabajo. Todos notaron que el ambiente en la oficina había cambiado. El nivel de estrés había bajado, las personas parecían ponerse antes de acuerdo y se había instaurado cierta “paz” entre todos. Alguien incluso trajo galletas al día siguiente.
Cuando se alcanza este tipo de ambiente en una oficina donde se comparte el amor recíproco entre todos los empleados, se abre la posibilidad de que acontezcan “cosas bonitas”. Vivir con esta actitud, incluso en lo pequeño, puede verdaderamente cambiar las cosas.
*John Mundell es presidente de Mundell & Associates de Indianapolis, Indiana, USA y miembro de la Comisión Internacional de la EdC