La Cultura del Dar

Los sujetos productivos de la Economía de Comunión –empresarios, obreros y demás actores empresariales- se inspiran en principios que hunden sus raíces en una cultura distinta de la imperante hoy en la práctica y en la teoría económica. A esta “cultura” podemos definirla como “cultura del dar”, justamente en antítesis con la “cultura del tener”.

El dar económico es expresión del “darse” en el orden del “ser”. En otras palabras, revela una concepción antropológica no individualista ni colectivista, sino de comunión.

2-tecnici.jpgUna cultura del dar que, por lo tanto, no debe considerarse como una forma de filantropía o de asistencialismo, virtudes individualistas ambas.

La esencia misma de la persona es ser “comunión”. Por consiguiente, no cualquier dar, no cualquier acto de dar crea la cultura del dar.

Hay un “dar” que está contaminado por el deseo de poder sobre el otro, que busca el dominio e incluso la opresión de individuos y pueblos.
Es un “dar” sólo aparente. Hay un dar que busca satisfacción y complacencia en el acto mismo de dar. En el fondo es expresión egoísta de sí mismo y en general es percibido como ofensa, humillación, por quien recibe.

Hay también un “dar” interesado, utilitario, presente en ciertas tendencias actuales del neo-liberalismo, que en el fondo busca siempre obtener beneficio para sí mismo.

Finalmente hay un “dar” que, los cristianos llamamos “evangélico”.

Este “dar” se abre al otro en el respeto de su dignidad y suscita también a nivel de gestión de las empresas la experiencia del “den y se les dará” evangélico. Se manifiesta en ocasiones como una ingreso económico inesperado, por ejemplo, o como una idea genial para una solución técnica innovadora, o bien como la idea de un nuevo producto exitoso.

La inspiración cultural

Desde los inicios del Movimiento de los Focolares, en 1943, en Trento (Italia), el descubrimiento evangélico del mandamiento nuevo “ámense como yo los he amado” (cf. Jn 13,34) hizo surgir la comunión de los bienes espirituales y materiales.

Desde entonces la comunión de los bienes se ha vuelto práctica vigente en el Movimiento, siguiendo el ejemplo de las primeras comunidades cristianas.

Este hecho es de enorme importancia y cargado de consecuencias. La comunión de los corazones y de los bienes, joya de las primeras comunidades cristianas, eco de las enseñanzas de Jesús a lo largo de la vida de la Iglesia, había perdido fuerza, si bien había permanecido “custodiada” en los monasterios y conventos y en algunas comunidades de laicos.

Ahora volvía a estallar en esa pequeña comunidad que se iba formando en Trento como inicio de su recuperación para las “masas”, para el pueblo cristiano, con todos los frutos y las consecuencias que madurarían más tarde.

Chiara y sus primeras compañeras ya desde entonces tenían conciencia de ello: “Nosotros –dice Chiara– tendíamos a actuar la comunión de los bienes lo más ampliamente posible para resolver el problema social de Trento”.

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“Pensaba: ‘hay dos, tres localidades donde hay pobres..., vayamos allí, llevémosle lo que tengamos, compartámoslo con ellos...’. Un razonamiento muy simple, es decir: nosotros tenemos de más, ellos tienen de menos; elevaremos su nivel de vida de modo tal que lleguemos todos a una cierta igualdad.”

Fue entonces que tuvo comienzo la experiencia, “sorprendente”, del “den y se les dará” evangélico: “en plena guerra, víveres, ropa, medicinas llegaban con insólita abundancia”. Nacía la convicción de que, en el Evangelio vivido, se encuentra la respuesta “en germen” a todo problema individual y social.

La Lógica

La economía está hoy frente a un cambio fundamental: los procesos de globalización pueden ofrecer nuevas oportunidades a muchos excluidos del bienestar, o transformar el mundo en un gran supermercado, donde la única forma de relación humana es la económica, donde todo se convierte en mercancía.

La EdeC es una de las respuestas que el Espíritu está suscitando para superar estos desafíos.

negozio-croazia.jpgEn el curso de la historia los carismas han sido respuestas a los desafíos planteados por los grandes cambios que hicieron época. Pensemos en las Abadías benedictinas, los Montes de Piedad de los franciscanos, en la Edad Media.

Dentro del debate actual -¿a favor o en contra de los mercados?- la EdC está siguiendo su propia trayectoria, que pone la vida y no las ideologías en primer lugar, en diálogo con todo lo bueno que hoy se encuentra.

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