En el origen de la civilización bíblica está la institución solidaria del espigado. Todo el libro de Rut se basa en eso: cuando los segadores iban a cortar las cosechas, no pasaban por encima una segunda vez, porque la segunda recogida era para los pobres...
Luigino Bruni
publicado en Il Messaggero di S. Antonio el 07/05/2023
"Señor, ¿cómo funciona esta máquina para el estacionamiento?", preguntó una señora mayor que intentaba, igual que yo, pagar por aparcar en las líneas azules. En esa ciudad, la empresa que gestiona los aparcamientos municipales -es decir, terrenos públicos, por tanto, de todos- tuvo la buena idea, ahora generalizada, de exigir al ciudadano que introduzca el número de matrícula en la máquina. "No lo recuerdo", me dice la señora. Me indica a dónde está su coche, que estaba lejos para ella, que tenía dificultades para caminar. Voy, hago una foto de la matrícula y la ayudo a pagar la multa.
Al final, me vino espontáneamente una pregunta: "¿Por qué es necesario introducir la matrícula?". La única respuesta que se me ocurre es evitar que el aparcacoches que ha pagado dos horas y sólo ha utilizado una pueda donar la hora restante a otra persona. Un amigo vigilante me dice que, tal vez, también podría haber otra razón: si por error me ponen una multa porque no ven el recibo en el coche, con la matrícula puedo demostrar que había pagado. Sinceramente, creo que la primera razón es, por mucho, la que predomina, ya que en casi cuarenta años de conducción nunca recibí una multa cuando había pagado por aparcar.
La cuestión es simple: una empresa con ánimo de lucro debe maximizar beneficios, y si gestiona un bien público en nombre del municipio lo hace con el objetivo de obtener beneficios. Sin embargo, estoy convencido de que las empresas públicas o privadas que gestionan bienes comunes y públicos deberían ser empresas civiles, o empresas sin ánimo de lucro, es decir, que no tienen como objetivo maximizar beneficios, sino gestionar eficazmente un bien de todos. La introducción de un precio para gestionar los bienes públicos puede servir para racionalizar la gestión (las cosas gratis casi siempre se convierten en cosas de nadie) y no necesariamente para recaudar dinero.
Pero, ¿cuáles son los efectos de introducir la matrícula? El primero ya lo hemos visto: las personas no son todas iguales en su "funcionamiento", como diría el gran economista Amartya Sen. Las intervenciones públicas y administrativas tienen efectos diferentes según las personas. Y un buen criterio a seguir cuando se quiere innovar en bienes públicos es mirar los efectos de la innovación empezando por las categorías más desfavorecidas: las personas mayores, los niños, las personas con discapacidad.
Luego está el efecto específico de la prohibición de intercambiar tickets con otros conciudadanos. Cuando estudié en Londres, había una estación de metro donde todo el mundo sabía que ahí podían encontrarse billetes con una duración todavía válida, dejados ahí por los que no los habían usado todos para que los jóvenes y los pobres pudieran utilizarlos. Impedir estos (posibles) intercambios por unos dólares de más, además de ser civilmente estúpido, envía señales sobre el tipo de ciudad que se quiere construir: una ciudad donde los fuertes y los ricos estén mejor, y donde los frágiles y los descartados estén peor. En el origen de la civilización bíblica está la institución solidaria del espigado. Todo el hermoso libro de Rut está basado en eso: cuando los segadores iban a cortar la cosecha, no pasaban una segunda vez, porque la segunda recogida era para los pobres, las viudas, los forasteros. Los campos no eran sólo de los propietarios, ya que "toda la tierra es de Dios".
Estamos privatizando los bienes comunes, estamos eliminando las muchas formas antiguas de espigar. Pronto tendremos ciudades habitadas por cada vez más comerciantes y cada vez menos ciudadanos, en las que toda la cosecha se agota en la primera tanda. Y quizás la anciana ya no saldrá a hacer las compras: se las llevará a su casa una nueva empresa que lucre con estos repartos. La ciudad será más pobre y más triste, y nosotros con ella.
Credits foto: © Giuliano Dinon / Archivio MSA