La tierra del nosotros/1 - Origen y significado de los "Montes Frumentarios".
Luigino Bruni
Publicado en Avvenire el 23/09/2023
Los franciscanos, y luego la Iglesia y la sociedad, comprendieron que frente a la pobreza y la escasez de dinero, una solución, tan sencilla como olvidada, es reducir el uso del dinero. El mundo católico y meridional moderno también generó su propia idea de la economía, diferente en muchos aspectos a aquella del capitalismo nórdico y protestante. La reacción de la Iglesia de Roma al cisma luterano reforzó y amplificó algunas dimensiones del mercado y de las finanzas ya presentes en la Edad Media, y creó otras nuevas. En la serie "La tierra del nosotros", Luigino Bruni continúa su reflexión sobre los orígenes y las raíces del capitalismo y la sociedad en la época de la Contrarreforma.
La lucha contra la usura es una característica constante en la historia de la Iglesia premoderna. Estando cerca del pueblo, obispos y monjes se dieron cuenta de que las primeras víctimas de la usura eran sobre todo los más pobres. En más de mil años, entre el Concilio de Elvira (hacia 305) y el Concilio de Viena (1311), hubo unos "setenta concilios en todos los barrios" con palabras muy duras contra la usura" (P.G. Gaggia, Le usure, p. 3). Y mientras los papas y obispos emitían bulas y documentos contra la usura, obispos y carismas creaban instituciones financieras antiusura, para que la denuncia de los documentos no quedara en algo abstracto -en la Iglesia, la realidad siempre fue superior a la idea, desde que el logos decidió hacerse niño-. Las raíces de Europa son también esta tenaz lucha contra la usura y estas instituciones antiusura. Entre ellas, fueron muy importantes los montes de piedad franciscanos, que desde hace algunas décadas son por fin objeto de un renovado interés. Menos estudiados, sin embargo, son los Montes Frumentarios, también de inspiración franciscana -¡pero cuánto hay que agradecérselo a Francisco y a sus seguidores!, instituciones mestizas, como mestiza era (y es) 'la economía católica', la economía comunitaria y latina, esa 'tierra del nosotros' que de la comunidad recuperó también su mestizaje, su ambivalencia, su carne y su sangre.
Al igual que los Montes de Piedad, los Montes frumentarios fueron un poco banco, un poco asistencia, un poco préstamo, un poco regalo, un poco mercado, un poco solidaridad, gratuidad e interés, individuo y comunidad, honradez y corrupción, confianza y garantía, ciudad e iglesia. Los Montes frumentarios fueron una institución fundamental para la economía rural italiana (y de otros lugares), especialmente la economía del Centro-Sur, y lo fueron durante más de cuatro siglos (¡!). Y como los Montes de Piedad, los Montes Frumentarios nacieron también por imitación de instituciones preexistentes. Para los Montes pietatis, los franciscanos de la Observancia se inspiraron en la deposita pietatis romana (pietas era también una gran palabra romana) y en instituciones eclesiásticas posteriores de los primeros siglos, instituciones que eran "el fondo de depósito de la piedad, usado para sostener a los pobres... y también a los que naufragaban" (Tertuliano, Apol. 39,6). Pero, seguramente, los franciscanos imitaron sobre todo a las "casas de empeño" judías, aportando innovaciones: los bajos intereses, el tipo de prendas, el tiempo de los reembolsos… Los Montes frumentarios (o monte granero, granático, numismático, de la abundancia, del socorro, de la harina, de las castañas...) nacieron como desarrollo de depósitos públicos de grano y semillas gestionados en la Edad Media por municipios o monasterios para hacer frente a las malas cosechas y hambrunas - en Massa Marittima el "Palazzo dell'Abbondanza" data de 1265, el nombre del municipio de Montegranaro remite a depósitos públicos medievales (posiblemente romanos) de trigo, cebada y cereales. Los primeros iconos de la banca eran montes -pensemos en los banqueros Chigi-, lo que nos dice que el monte, el amontonar, el depósito, fueron la primera forma de las finanzas modernas.
El trigo fue el primer nombre de la economía mediterránea (F. Braudel), central para la vida de poblaciones mayoritariamente rurales, para los comercios, para la riqueza y para la pobreza de las ciudades, los feudos, el campo; y fue necesaria una guerra en Europa para recordarnos que seguimos viviendo y muriendo a base de trigo. Incluso la Biblia puede contarse como la historia del trigo y del pan: del maná a la Eucaristía. Los Montes frumentarios fueron la actualización de la sabiduría de José, de su capacidad para interpretar los sueños y hacer frente a los años de "vacas flacas" acumulando depósitos de trigo durante las "vacas gordas": una de las historias más dolorosas y hermosas sobre la fraternidad traicionada y curada está acompañada del olor a trigo, que es el mismo olor que el de la historia de Rut, antepasado de Jesús. El diezmo y el espigamiento eran instituciones de solidaridad en especie, propias de un mundo no monetario y predominantemente agrícola. El propio templo de Jerusalén, y antes de eso los santuarios, también cumplían la función de recolección, reserva y redistribución de semillas.
Los franciscanos convirtieron las viejas montañas de trigo en algo nuevo y crearon los Montes frumentarios. Frecuentando a la gente de las aldeas rurales, interpretaron sus sueños de vida, y comprendieron que el pequeño y mediano agricultor (aparcero o enfiteuta) se encontraba a menudo en grandes dificultades: bastaba una cosecha de miseria, un accidente, una enfermedad, una inundación, y el grano destinado a semilla para el año siguiente era consumido para no morir de hambre, por lo que, para la nueva siembra, el agricultor tenía que endeudarse, normalmente con usureros que lo llevaban a la quiebra. Los Montes frumentarios nacieron también en los mismos locales de los Montes de Piedad, pero con estatutos y funcionarios distintos. No eran instituciones de pura filantropía: sobre el grano se pagaba un "interés" no monetario. Generalmente se tomaba "un raso" del staio1 y se restituía "una cresta"; un pequeño interés, no muy diferente a la tasa monetaria de los Monte de piedad (en torno al 5%) - los franciscanos no pensaban que la gratuidad coincidiera con lo gratis.
La obra de Bernardino da Feltre fue fundamental para que en 1515 una bula papal (Inter multiplices, León X) reconociera la licitud de los Montes de Piedad. Los primeros Montes frumentarios franciscanos nacieron a finales de la década de 1580 entre Umbria y Abruzzo. Los nombres de estos primeros Montes - "Monte della Pietà del grano della Vergine Maria" en Rieti, o "Monte della Pietà del grano" en Sulmona- revelan un primer brote de los Montes Frumentarios a partir de los Montes de Piedad. Los franciscanos entendieron que en el contexto rural el préstamo monetario no funcionaba, e imaginaron bancos no monetarios. En efecto, el grano era decisivo en la vida y la muerte de la gente, y en un mundo con muy poca moneda en circulación, quien detentaba dinero tenía demasiado poder como para no abusar de él a través la usura. Más tarde, a los Montes frumentarios se unieron los Montes pecuniarios (que siempre prestaban grano y productos agrícolas, pero a cambio del pago en moneda), pero el uso del grano como moneda (la "grana") fue la gran innovación de los Montes, y la razón de su longevidad.
Hasta la fecha, parece que el Monte más antiguo es el de Norcia (1487), fundado por fray Andrea da Faenza (el verdadero misionero del grano). Sin embargo, es interesante que, en 1771, el historiador A.L. Antinori reivindicase la primacía de Leonessa: "En 1446, el Monte di Pietà estaba, bajo el cuidado de Antonio di Colandrea, mejor resguardado en Lagonessa, y se construyó una cámara acorazada para depósitos y prendas cerca de la plaza" (cf. Giuseppe Chiaretti, Leonessa Arte, Storia, Turismo, 1995). La piedra, un portal de entrada, se conserva hoy en el convento local de San Francisco. El pago de un interés al Monte frumentario fue más fácil de aceptar para la Iglesia, porque el nudo ético de la usura dependía de la antigua tesis de la esterilidad del dinero, una esterilidad que no existe en el trigo: aquí el interés (o el aumento) era considerado una reparticipación del beneficio natural fruto de la generosidad de la tierra (siembra 1 y cosecha 10).
El historiador Palmerino Savoia, que nos cuenta sobre la incesante labor de creación de Montes frumentarios a finales del siglo XVII por parte del obispo Orsini, futuro papa Benedicto XIII, también llamado "el labrador de Dios" (sobre el que volveremos), describe así el funcionamiento del Monte frumentario de Benevento: "El Monte era administrado por dos gobernadores y dos depositarios que permanecían un año en el cargo y eran nombrados por el arzobispo... El préstamo de grano se hacía cuatro veces al año: en octubre para ayudar a la siembra, en diciembre para ayudar a los necesitados en Navidad, en marzo para las fiestas de Pascua y en mayo para gloria de San Felipe Neri" (Una grande istituzione sociale: I monti frumentari, 1973, Acerra). Un detalle que nos dice qué eran las fiestas para nuestro pueblo: en medio de la miseria, y justamente porque eran pobres expuestos a la fragilidad radical de la vida, el día de la fiesta celebraban la vida, celebraban juntos para seguir esperando y para vencer a la muerte. Y la Iglesia, aquí verdadera maestra de humanidad, comprendió y aprobó los préstamos de grano para comidas y dulces especiales, que interrumpían el hambre y la penuria y decían a los pobres: 'no sois pobres por siempre y para siempre' - hoy hemos olvidado lo que son las fiestas porque olvidamos el arte de lo poco, el gran arte de los pobres. Y así, en la abundancia de la "grana", morimos de hambre festiva.
Algunas cifras nos indican qué eran los Montes frumentarios. En 1861 había 1.054 Montes frumentarios en el sur de Italia, el doble que en el norte, y de los cuales casi 300 estaban en Cerdeña; en el centro de Italia, sobre todo en Umbría y en las Marcas, había 402 (P. Avallone, "Il credito", en Il mezzogiorno prima dell'unità, editado por N. Ostuni y P. Malanima, 2013, p. 268).¿Por qué se extinguieron? En 1717, en la diócesis de Benevento -del entonces obispo Orsini- se contaban "157 Montes frumentarios", no sucursales sino instituciones independientes (P. Calderoni Martini, Fra Francesco Maria Orsini e il credito agrario nel sec. XVII, Nápoles, 1933). En el siglo XVIII, entre los protagonistas de los debates sobre los Montes frumentarios estaban los mejores economistas "civiles", desde Giuseppe Palmieri hasta Francesco Longano, alumno de Genovesi que de 1760 a 1769 apoyó y luego sustituyó al maestro enfermo en las lecciones de Economía Civil de Nápoles. Los Montes eran verdaderas instituciones económicas, financieras y éticas, no solo "obras pías".
Los franciscanos, y luego los obispos y los ciudadanos, entendieron que con la pobreza y la escasez de dinero, una solución, tan sencilla como olvidada, era reducir el uso del dinero. Comprendieron que se podía dar vida a una economía sin dinero: si lo necesario y escaso era grano, el propio grano podía convertirse en moneda, sin necesidad de otro intermediario. Saltaron un paso, acortaron la cadena de la economía y alargaron la cadena de la vida. Un paso menos se convirtió en un paso más. Innovaron quitando, reduciendo un grado de intermediación. Hoy hay miles de millones de personas excluidas del dinero, que necesitarían instituciones financieras nuevas, locales y globales, sin usura. ¿Seremos capaces hoy de imitar la creatividad ética y civil de los franciscanos de ayer?