A renacer se aprende/6 - Comunidades y movimientos, entre las palabras de los fundadores y la voz de los nuevos profetas
Luigino Bruni
publicado en Città Nuova el 11/07/2024 - De la revista Città Nuova n. 2/2024
En las comunidades espirituales y en los movimientos carismáticos (que nacen de un carisma religioso o laico) es importante la forma que asume el ejercicio de la propia historia, de la memoria, del recordar. El discernimiento más precioso y más difícil no tiene que ver con los episodios negativos o con las pequeñas palabras del pasado: el arte crucial es saber usar las palabras verdaderas, los episodios fundadores de la historia de una comunidad, incluidas las grandes palabras de los fundadores y de los primeros testimonios amadísimos y venerados.
En este ejercicio esencial, nos ayuda un fragmento del Evangelio de Luca: «¡Ay de ustedes!, que construyen los sepulcros de los profetas a quienes los antepasados de ustedes mataron...ellos los mataron y ustedes construyen sus sepulcros» (Lc 11:47-48). Los contemporáneos de Jesús habían empezado a celebrar y honrar a los profetas del pasado, los hombres que habían fundado la fe del pueblo, redescubriendo y valorizando las tumbas, que se transformaron en verdaderos santuarios, en metas de peregrinaciones populares. Para algunos, esta nueva devoción profética podía ser interpretada como signo de una nueva época de estima y de escucha de las palabras de los profetas, una verdadera conversión: «Ellos los mataron, ustedes construyen».
Sin embargo, también aquí, Jesús nos sorprende y desenmascara una realidad que se muestra contraria a lo que parece – el Evangelio es una sucesión de realidades que se muestran contrarias a lo que a todos parece evidente. Y nos dice que celebrar a los profetas del pasado honrando sus tumbas y su memoria puede no contener ninguna novedad: los profetas del presente (entre ellos Jesús mismo y el Bautista) seguían siendo perseguidos y asesinados mientras el pueblo veneraba las tumbas de los profetas de ayer.
Honrar a los profetas (santos o fundadores) del pasado no es entonces una señal creíble de que una comunidad esté escuchando y estimando también a sus profetas del presente. De hecho, la historia de las comunidades cristianas, espirituales e ideales muestra a menudo la tendencia exactamente opuesta: más se veneran los santos del pasado, menos se escuchan a los profetas del presente, que, no pocas veces, son desacreditados y perseguidos precisamente en nombre de las devociones a los grandes del pasado.
Las comunidades carismáticas tienen una continua necesidad vital de profecía, que se expresa ciertamente en el tener totalmente vivo y presente el carisma del fundador, pero también se expresa en el reconocer, el alentar y el no pelear contra la profecia presente en las personas que el Espíritu envía continuamente a las comunidades, sobre todo en las generaciones sucesivas a las de los primeros fundadores.
Una comunidad carismática no vive hoy simplemente recordando la profecía de ayer, ni vive hoy solamente actualizando el carisma de ayer. Todo eso es necesario, pero no es suficiente para una comunidad que quiere mantenerse viva y vivificante, y seguir, por lo tanto, atrayendo jóvenes y nuevas vocaciones. La condición suficiente es la escucha de las profecías del presente, que supone que las personas que por don y por deber incorporan hoy una dimensión profética no sean rechazadas ni desalentadas, sino escuchadas y valorizadas.
El carisma no es un diamante caído a tierra una vez para siempre que queda custodiado en una caja de cristal para que no deje de brillar. El carisma es una semilla que sigue dando en cada estación del año sus flores y sus frutos – los carismas se declinan siempre en tiempo presente. Jesús siguió vivo en la Iglesia no sólo por ser sólo custodiado y venerado, no sólo por su verdadera presencia en la comunidad, sino porque el Espíritu ha enviado a la Iglesia muchos carismas en el transcurso de los siglos.
Pero reconocer a los profetas de hoy no es nada fácil, porque los verdaderos profetas en general no son reconocidos ni escuchados. En cambio, las comunidades aman a los falsos profetas, porque como “profetas de profesión” son especialistas en decirles a los responsables y a la sensibilidad de la comunidad lo que quieren escuchar, para reforzar ilusiones y auto-engaños (muy comunes en los momentos de crisis).
El fragmento de Luca nos dice algo más: que los profetas de hoy son silenciados y marginados mientras crece la celebración de los profetas de ayer. Una manera concreta de hacer esto es usar la palabra de los fundadores o de los grandes hombres y mujeres del pasado para acallar las palabras proféticas verdaderas de hoy, pensando, muchas veces de buena fe, que la nueva profecía que se expresa en la comunidad de hoy entra a competir, reduce e incluso combate la profecía de los fundadores de ayer. Y así se utilizan textos, testimonios orales, compendios que, por el contrario, serían la única cura verdadera de la crisis que esa comunidad vive.
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