La Economía de Comunión se encuentra todavía en sus albores, porque en esta época de insostenibilidad del capitalismo desde el punto de vista ambiental pero también social y espiritual, la comunión en la economía es siempre un ideal.
Luigino Bruni
publicado en Città Nuova el 01/06/2021
El pasado 29 de mayo la Economía de Comunión (EdC) cumplió 30 años. Un periodo de tiempo significativo para un proyecto social, un tiempo brevísimo para una profecía.
Yo acababa de graduarme en Economía y no podía saber que aquel nacimiento cambiaría mi vida. Chiara Lubich me llamó para trabajar, junto con otros economistas y empresarios, en “dar dignidad científica” a su EdC. No sé si lo hemos conseguido, pero desde luego la vida de la EdC ha dado dignidad y sentido a mi trabajo como investigador y al de muchos otros. La EdC nació como un proyecto social de redistribución de la riqueza. Los empresarios compartían una parte significativa de sus beneficios con las personas necesitadas y para la difusión de una nueva cultura nueva del compartir que fue llamada “cultura del dar”.
La socióloga Vera Araujo fue quien propuso esta expresión, y Tommaso Sorgi fue quien propuso a Chiara el nombre del proyecto: Economía de Comunión. Estas aportaciones indican que la EdC nació ya sinfónica, con una compositora, Chiara Lubich, que, para escribir su partitura, necesitó la creatividad de muchas otras personas, empezando por los focolarinos brasileños.
La EdC seguirá viva mientras sea sinfónica y creativa. El don de los beneficios por parte de los empresarios fue al principio tan importante que la primera imagen de la EdC fue: “un tercio, un tercio y un tercio”. Pero inmediatamente después surgió la intuición de que detrás de los tres tercios de los beneficios había mucho más. Chiara había intuido que la empresa era la institución clave del capitalismo, un capitalismo que había que reformar. Eran los días posteriores a la caída de los muros del socialismo real. Todo en el mundo hablaba de confianza en la suerte progresiva del capitalismo. Y sin embargo Chiara lanzó una iniciativa que ponía en discusión su primer dogma: la apropiación privada de los beneficios.
Estaba claro que la EdC no era solo una operación solidaria de distribución de riqueza. Pero en las profecías, las señales solo se desvelan con el tiempo. Los jóvenes, sobre todo (yo era uno de ellos), veían en ella una economía distinta, fraterna, inclusiva y justa. Y así creció. A lo largo de los años, los empresarios y los pobres han mantenido su protagonismo, pero a la vez ha crecido la dimensión cultural y teórica de la EdC. Muchos jóvenes han hecho de ella el objeto de sus tesis de grado y de doctorado. En muchas universidades se ha comenzado a estudiar esta economía que, sin negar el papel de la empresa y de los empresarios, les llama a convertirse en “desarrolladores de comunidades”, como dicen los miembros del Bangko Kabayan en Filipinas.
¿Qué hemos celebrado el 29 de mayo? Como en todas las fiestas de las comunidades, hemos dado las gracias a Chiara y a los pioneros, muchos ya desaparecidos. Después, como en la Biblia, hemos recordado los “milagros” para mirar hacia delante a la tierra prometida. La EdC está aún en sus albores, porque en esta época de insostenibilidad del capitalismo, desde el punto de vista ambiental pero también social y espiritual, la comunión en la economía es siempre un ideal. Agradecer, recordar y seguir creyendo en la profecía de Chiara.