Modelos – La filósofa canadiense Jennifer Nedelsky va a ser protagonista de un workshop académico en el Polo Lionello Bonfanti
Luca Iacovone
publicado en Avvenire el 09/04/2025
«Cuando todo en la cultura actual nos dice que los cuidados tienen poco valor, se hace difícil creer que no sea tiempo perdido», observa Jennifer Nedelsky, filósofa política canadiense, profesora emérita de la Osgoode Hall Law School de Toronto, hoy entre las pensadoras más respetadas en la cuestión del trabajo a partir del cuidado. Nedelsky toca una de las venas abiertas de nuestra sociedad: la incapacidad de reconocer como valioso lo que no produce ganancias. Y el cuidado, más allá del denominado “mercado del cuidado”, sigue siendo algo invisible, desvalorizado, femenino.
Nedelsky no se limita a una crítica teórica. Su propuesta, elaborada en el libro Part-Time for All: A Care Manifesto, escrito con Tom Malleson y publicado por Oxford University Press, es radical pero concreta: reducir el tiempo de trabajo remunerado a un máximo de 30 horas semanales y reservar al menos 12 horas al cuidado gratuito, compartido y generalizado.
«Nuestra propuesta no es solo valorizar el cuidado pagándolo más. Es aumentar la cantidad de tiempo de cuidado no retribuido, para que todos puedan tener la experiencia».
No es una utopía abstracta, sino un giro cultural necesario. En un mundo que mide el valor en términos de eficiencia y producción, el cuidado se percibe todavía como una actividad secundaria, una tarea doméstica, una obligación emotiva. “A mí misma me cuesta creer - admite Nedelsky - que ocuparme de la casa sea tan importante como mi trabajo académico”. Pero es justamente de ahí que podría arrancar una nueva economía de las relaciones.
Para Jennifer Nedelsky, el cuidado no es solo una actividad que hay que valorar: es una experiencia que cambia a quien la vive. No solo al que la recibe, sino al que la practica. “La práctica activa del cuidado le permite a la gente experimentar cómo el cuidado construye relaciones, y cómo las relaciones necesitan de un cuidado”, explica. Es un proceso de maduración que desarrolla capacidades esenciales para la convivencia civil: la humildad, la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro. “En el libro se afirma que las personas aprenden la humildad y la capacidad de asumir el punto de vista de otros precisamente porque son cosas necesarias para ofrecer una buena atención. Y esta es una facultad vital para la democracia”.
En una época en que el poder político y económico se ve cada vez más distanciado de la vida cotidiana de la gente, Nedelsky denuncia un vacío experiencial antes que de valores. “Hoy la mayor parte de los políticos es simplemente ignorante respecto a la importancia, las satisfacciones y las exigencias del cuidado. Esto los hace unos pésimos decididores políticos en casi todos los ámbitos: desde el transporte y la salud hasta la organización del trabajo”.
Por eso, su propuesta no es solo social o económica: es también profundamente política. Los cuidados no son solo deberes morales, sino una práctica de la ciudadanía adulta, un ejercicio de responsabilidad compartida de la cual depende la calidad de la democracia. Si el que gobierna nunca estuvo atento a un niño, nunca asistió a un familiar enfermo o nunca cuidó a un anciano, ¿cómo puede comprender realmente las políticas que tocan el corazón de la vida cotidiana?
El análisis de Jennifer Nedelsky no se limita a la esfera relacional. Para que el cuidado pueda volverse una dimensión real de las vidas cotidianas, son necesarios cambios estructurales en la organización del trabajo y la economía.
“Estoy particularmente interesada en unir las reflexiones sobre la propiedad de las empresas productivas – por ejemplo, mediante la creación de cooperativas – con la integración del tiempo de cuidado”, afirma. Es una visión que supera la clásica dicotomía entre capital y trabajo, e invita a tomar en cuenta la cadena de valor en su conjunto, incluyendo a las comunidades locales y al entorno natural. “Necesitamos nuevas formas de propiedad que permitan a los trabajadores tener voz en los lugares de trabajo, y beneficiarse directamente de la propiedad productiva. Y necesitamos modelos que tomen en cuenta las comunidades locales y el impacto, también sobre el mundo no-humano, de la producción”.
Lo que Nedelsky propone es un verdadero cambio de paradigma. No se trata solamente de redistribuir el tiempo, sino de rediseñar las estructuras económicas de modo tal que se haga posible y deseable otro estilo de vida, fundado en la reciprocidad y no solo en la prestación. Es una invitación a ampliar la mirada, y con ello las categorías con las que interpretamos la economía: más allá del PIB, más allá de la productividad y más allá del mercado. A la pregunta sobre cuál podría ser una pequeña utopía realizable en los próximos diez años, Jennifer Nedelsky no titubea al responder con una visión lúcida y sorprendentemente concreta: “Imagino una comunidad en la que los bienes y los servicios sean proporcionados por las empresas cooperativas, donde las decisiones sean tomadas no solo por el que invirtió capitales o por el que trabaja, sino también por representantes de las comunidades locales y por figuras encargadas de evaluar el impacto de las actividades productivas sobre los otros seres humanos y sobre el mundo por encima del humano”.
Desde este punto de vista, los niveles de consumo son inferiores a los de la actual clase media-alta, pero el consumo pierde su valor simbólico: ya no es un instrumento de distinción social. “El estatus - sigue Nedelsky – no vendría de la posesión, sino del tipo de cuidado ejercido, así como de la contribución material a la producción”. Todos en esta sociedad forman parte de comunidades de cuidado, en las que con el tiempo se asumen responsabilidades recíprocas. Un sistema fiscal equitativo garantiza los fondos necesarios para los servicios publicos esenciales – salud, educación, transporte – y para la asistencia a las personas discapacitadas. No es una sorpresa que Jennifer Nedelsky sea desde hace años una figura referente para The Economy of Francesco, el movimiento mundial de jóvenes economistas, empresarios, investigadores y agentes de cambio nacido en el 2019, por invitación del Papa Francisco, para repensar la economía a la luz de la justicia social, la sostenibilidad y el bien común. Fue una de las primeras voces calificadas en creer en el proyecto, acompañando desde un principio el pueblo temático “Work and Care”, donde jóvenes de todo el mundo reflexionan sobre las transformaciones en el trabajo y el rol crucial del cuidado en nuestras sociedades. “El pueblo Work and Care permitió el surgimiento de un profundo vínculo entre trabajo y cuidado, que muy a menudo están separados”, afirma.
Un vínculo que hoy, en plena transición tecnológica y de crisis del bienestar, exige ser explorado de manera concreta y con valentía. Precisamente por esto, el próximo 2 y 3 de mayo, Nedelsky estará de nuevo en Italia para el taller “Giving Care – (A) Time of Economic Change, Starting from Work”, que se llevará a cabo en el Polo Lionello Bonfanti de Figline y en Incisa Valdarno, Florencia. Será una ocasión de diálogo, formación y co-creación abierta a estudiantes, estudiosos, activistas, emprendedores y a todos aquellos que estén buscando nuevas formas de conciliar el cuidado y la producción, la comunidad y la empresa.