La tercera entrega de la columna del Observatorio de la Pobreza Leo Andringa explica el segundo criterio que caracteriza el enfoque actual de la EdC para promover, aplicar y evaluar las iniciativas de lucha contra la pobreza, empezando por la comunión.
a cargo del equipo OPLA*
"En este intercambio silencioso
que para ambos es mirar y dejarse mirar
en este penetrarse mutuamente
en el tiempo con benevolencia
nos entregamos a tejer la reciprocidad de este amor
y tal vez la gratuidad".
(Pablo Neruda)
Reciprocidad y gratuidad: son dos valores difíciles de disociar. El primero presupone la existencia de una relación entre al menos dos sujetos. En casi todas las relaciones -puede haber muy raras excepciones- la reciprocidad no tiene lugar antes que la gratuidad: uno de los sujetos debe necesariamente dar el primer paso, hasta que el otro, en un determinado momento, se da cuenta de que él también puede dar algo. Sobre esta base se mueve hoy la EdC -y, por tanto, también el OPLA- que, para ayudar a cada participante a darse cuenta de su propia capacidad y posibilidad de dar, propone la reciprocidad puesta en práctica como camino y método.
En la realización de los proyectos de comunión contra la vulnerabilidad se prevé, por tanto, la redacción conjunta de un acuerdo de reciprocidad en el que el candidato participante, además de recibir el apoyo de la EdC, se compromete a ofrecer algo concreto de sí mismo (establecido junto con el operador) que esté en línea con los valores de la EdC. Esta dinámica servirá en primer lugar para realzar la dignidad de cada participante, situándolo en una posición activa de protagonismo y no en el papel pasivo de "persona ayudada".
Afortunadamente, Neruda no habla de un amor romántico, sino de una forma de vida concreta, al alcance de todos. Chiara Lubich subrayó en 1991 la centralidad del dar para formar una nueva economía, en contraste con la del consumo inmoderado y egoísta.
"Puede parecer difícil, arduo, heroico", dice, "pero no lo es porque el hombre [...] encuentra su plenitud precisamente en amar, en dar".
De hecho, está demostrado por numerosos estudios y observaciones experimentales que el proceso de desarrollo de una persona se activa y puede realizarse cuando toma conciencia de su propia capacidad para contribuir a la comunidad y a la sociedad en la que vive donando sus capacidades y sintiéndose así realizada al mismo tiempo.
"Nadie es tan pobre que no pueda dar algo", decía Benedicto XVI. Teniendo en cuenta las muchas cosas que una persona puede donar, la comunión por parte del participante puede ser en forma de talentos, dones, recursos o cualquier otra cosa que contribuya al bien común, especialmente al crecimiento de la comunidad circundante y de otras personas necesitadas, cuyas modalidades se acuerdan libremente.
Para que los numerosos protagonistas de la comunidad EdC en el mundo se sientan parte de una única comunidad global (dadores y receptores, operadores, familias, voluntarios, estudiantes, empresarios, etc.), los participantes se comprometen a compartir su experiencia a través de relatos, fotos, vídeos u otros materiales, acordando de nuevo las modalidades respetando la dignidad de las personas implicadas y la idoneidad de cada caso.
En este proceso global, el objetivo es promover el crecimiento de una comunidad de "inductores de comunión", personas que en su vida cotidiana dan el primer paso de gratuidad hacia los demás, ayudándoles a darse cuenta de que ellos también pueden hacer algo por su comunidad, hasta el punto de poder exclamar:
"¡Eureka, puedo dar!"
Credits foto: Image by Clement Eastwood from Pexels
* El equipo OPLA: Francesco Tortorella, Germán Jorge, Maria Helena, Tainã Santana