Una empresa española dedicada a la industria fitosanitaria le da un giro a sus insumos y los pone a disposición para proteger la salud de médicos y ancianos en momentos del Coronavirus.
Lourdes Hercules
España es uno de los países más golpeados por el Coronavirus en todo el mundo. La enfermedad ha cambiado las dinámicas en las familias, hospitales, empresas y tantas otras instituciones. Algunos procesos se han acelerado y otros en cambio frenado.
En medio de toda esta penumbra, hay semillas de fraternidad y comunión que florecen en tierras áridas. Una de ellas es la empresa de Francisco Toro, un empresario de Economía de Comunión. “Paco”, como lo llama la gente, fundó en 1972 una empresa dedicada al comercio de productos fitosanitarios, sustancias destinadas a prevenir, destruir, repeler o combatir cualquier plaga o enfermedad. Se dedica a la venta de equipo relacionado a la agricultura, para procurar que los frutos estén sanos.
Cuando estalló la pandemia del Coronavirus, Paco y su hijo sentían el deseo de hacer algo concreto: no querían permaneces de brazos cruzados.
El virus obligó a todas las instituciones a tomar medidas extremas de prevención, especialmente en aquellos lugares en donde se encuentra la población más vulnerable, como los ancianos. Un día su hijo entró en contacto con un médico que atiende una residencia de ancianos y supo que en el lugar había necesidad de buzos de protección.
Cuando los tratamientos fitosanitarios de la empresa son aplicados en las plantas, las personas deben utilizar buzos, como los que ahora son requeridos para protegerse del virus y dar atención a la población. Con más de 40 años en el mercado, lo que Paco jamás imaginó es que estos buzos podrían algún día ser de ayuda humanitaria. “Nosotros teníamos 12 cajas de 50 buzos y los hemos repartido por las residencias de ancianos y luego a los hospitales de Jaén, Andalucía” comenta Paco. “Como persona, ante una situación de necesidad tan grande como esta en la que se contamina a las personas por falta de buzos, nos da una alegría enorme de poder entregarlos y ayudar a proteger a más gente”. De ser una empresa dedicada a los productos que garantizan que los frutos de la agricultura estén sanos, pasaron a ser instrumentos para preservar la salud de las personas en zona de riesgo
Paco resalta que como empresa, han redescubierto el valor de cosas que realmente tienen importancia y buscan continuar con el servicio y el trabajo de la mejor manea posible. Indica que “la Economía de Comunión está totalmente vinculada a estas muestras de solidaridad. Como empresa EdC buscamos atender a los abandonados y necesitados. En estos momentos las necesidades son de protección sanitaria y nosotros podíamos colaborar”.
Finalmente, para Paco esta crisis le ha permitido redescubrir el sentido de la persona y de la empresa, pero también el de la fraternidad y la comunión. Además, ha sido una oportunidad para muchas personas para despertar algunos valores que parecen dormidos pero que en ocasiones como estas despiertan y florecen.