El encuentro de la EdC con el Papa Francisco sigue suscitando nuevas ideas y comentarios.
Miguel Ángel Riera
Publicado en Diario de Ibiza el 26/02/2017
Cenando con unos amigos les comentaba lo triste que es descubrir a gente que su única preocupación sea el dinero. Que su trabajo y su empresa se centre tan solo en ganar más sea como sea. Y que una vez ganado este dinero su única preocupación sea ganar más, sin saber ni con que gastarlo, tan solo por el ansia de tener más.
Esta realidad que viven muchos jóvenes de nuestras islas, y otros no tan jóvenes, contrasta con lo que el Papa Francisco denomina la «economía de comunión». La «economía de comunión» consiste en una forma de concebir la empresa y los beneficios cuyo centro no es el dinero sino el ser humano.
Se nos invita a una cultura basada en el dar frente a la del tener que se fundamenta en obtener beneficios para ayudar a quien más lo necesita y desarrollando una economía que crea puestos de trabajo.
Todo lo contrario a lo que yo percibo muchas veces en nuestro entorno. Potenciar en la mentalidad de los empresarios a no buscar un beneficio orientado a una simple acumulación de riquezas para unos pocos sino a su uso a favor de una comunidad.
¿Cómo conseguir poner el dinero en su sitio y a la persona en centro? El dinero es muy importante, sobre todo cuando no se tiene para comprar comida, para la sanidad o la escuela, pero es un peligro cuando se convierte en un ídolo y acaba siendo un fin en si mismo, un fin último. Buscar el valor ético y espiritual del dinero consiste en compartirlo con los demás, con los más desfavorecidos.
Y el peligro más grande es el que corremos cuando para conseguir más dinero ya no tan solo perdemos miserablemente nuestras vidas, sino incluso cuando somos capaces de destrozar la vida de los demás para acumular más dinero, cuando somos capaces de hacer la vida imposible a los trabajadores con jornadas maratonianas y mal pagadas. Cuando somos capaces de engañar y de sobornar, de dejarnos llevar por la corrupción por que el dinero es como una droga y uno cada vez quiere más.
Debemos seguir luchando para conseguir un sistema que no deje a nadie atrás, creando una economía de comunión, una economía de inclusión, sabiendo que el centro deben ser las personas.