«La diosa fortuna es cada vez más la nueva divinidad» y está destruyendo millones de familias en todo el mundo, dice el Papa al recibir a los participantes en un congreso focolar sobre economía de comunión.
Ricardo Benjumea
Publicado en Alfa y Omega el 05/02/2017
La economía de comunión no puede quedarse solo en el ámbito de los focolares. «Dónenla a todos, y antes que nada a los pobres y los jóvenes, que son aquellos que más tienen necesidad», dijo el Papa este sábado a los participantes en el Congreso Internacional sobre Economía de Comunión organizado por el movimiento fundado por Chiara Lubich.
Francisco hizo notar que, para la cultura actual, economía y comunión son conceptos opuestos. Y agradeció a las empresas que siguen el modelo focolar que hayan «iniciado un profundo cambio en el modo de ver y vivir la empresa».
Sin embargo, esto ya no basta. La economía de comunión, si quiere ser fiel a su carisma, añadió el Papa, no debe solo curar a las víctimas, sino construir un sistema más justo. Hoy es necesario cambiar las reglas del juego del sistema económico-social. «Imitar al buen samaritano del Evangelio no es suficiente», enfatizó Francisco. «Un empresario que es solamente un buen samaritano cumple solamente la mitad de su deber: cura a las víctimas de hoy, pero no reduce a aquellas de mañana».
«El principal problema ético del capitalismo es la creación de descartados a los que después quiere esconder», aseguró el Pontífice. Y como ejemplo ilustrativo puso el ejemplo de «las casas de juego», que «financian programas para ayudar a los ludópatas que ellos mismos crean».
Es necesario pasar de una economía que mata a otra que permite vivir, porque comparte, incluye a los pobres, usa los provechos para crear comunión. Para eso es necesario liberarse de la idolatría del dinero. Porque «el dinero es importante para la vida», pero se hace de él un ídolo cuando se le convierte en un fin en sí mismo. «La avaricia, que no por casualidad es un vicio capital, es pecado de idolatría porque la acumulación de dinero en sí mismo se convierte en el fin del propio actuar», afirmó Francisco. «La diosa fortuna es cada vez más la nueva divinidad» y está destruyendo millones de familias en todo el mundo.