El Papa Francisco abraza a 1200 empresarios, jóvenes y estudiosos de la Economía de Comunión de 54 países
fuente: Servicio de Información de los Focolares
«Economía y comunión. Dos palabras que la cultura actual mantiene separadas y a menudo considera opuestas. Dos palabras que, en cambio, vosotros habéis unido recogiendo la invitación que hace veinticinco años os dirigió Chiara Lubich, en Brasil, cuando, ante el escándalo de la desigualdad en la ciudad de San Pablo, pidió a los empresarios que se convirtiesen en agentes de comunión». Con estas palabras, el papa Francisco saludó a los 1200 empresarios, jóvenes y estudiosos reunidos para esta fiesta de la Economía de Comunión, después de 25 años de vida: «En vuestro proyecto estoy desde hace tiempo realmente interesado»
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«Con vuestra vida demostráis que la economía y la comunión son más hermosas cuando están una al lado de la otra. Más bella la economía, por supuesto, pero aún más hermosa la comunión, porque la comunión espiritual de los corazones es aún más plena más cuando se convierte en comunión de los bienes, de los talento, de los beneficios».
A un auditorio muy atento, el papa Francisco dirige tres deseos y recomendaciones.
Primero el dinero. «Es muy importante que en el corazón de la economía de comunión esté la comunión de vuestros útiles. La Economía de Comunión es también comunión de los beneficios, del dinero, expresión de la comunión de la vida». El dinero, ha dicho, «se convierte en ídolo cuando pasa a ser el fin. (…) Fue Jesús mismo el que dio categoría de “señor” al dinero». Y añadió: «Podemos entender, entonces, el valor ético y espiritual de vuestra elección de poner los beneficios en común. El modo mejor y más concreto de no hacer un ídolo del dinero es compartirlo con los demás, especialmente con los pobres. (…) Cuando repartís y compartís vuestros beneficios, lleváis a cabo un acto de alta espiritualidad, diciendo con los hechos al dinero: tú no eres Dios, tú no eres señor, tú no eres patrón».
Segundo la pobreza. «El principal problema ético del capitalismo es la generación de descartes para después tratar de ocultarlos o de curarlos para que no se vean. (…) Los aviones contaminan la atmósfera, pero con una pequeña parte del dinero del billete se plantarán árboles para compensar una parte del daño causado. Las empresas del juego de azar financian campañas para el tratamiento de los ludópatas que crean. Y el día en que las empresas de armas financien hospitales para tratar a los niños mutilados por las bombas, el sistema habrá alcanzado su punto culminante. Esta es la hipocresía». Frente a esta abominación «la economía de comunión, si quiere ser fiel a su carisma, no sólo debe ocuparse de las víctimas, sino construir un sistema en el que las víctimas sean cada vez menos, en el que, de ser posible ya no existan. Hasta que la economía siga produciendo una sola víctima y haya una persona descartada, no se habrá realizado la comunión, la fiesta de la fraternidad universal no será plena».
Tercero el futuro. «Estos 25 años de vuestra historia dicen que comunión y empresa pueden convivir y crecer juntas». Una experiencia que por ahora se limita a un pequeño número de empresas, muy pequeño en comparación con el gran capital del mundo. «Pero los cambios en el orden del espíritu y, por tanto, de la vida no están relacionados con grandes números. El pequeño rebaño, la lámpara, una moneda, un cordero, una perla, la sal, la levadura: estas son las imágenes del Reino que nos encontramos en los Evangelios. (…) No hace falta ser muchos para cambiar nuestras vidas: es bastante que la sal y la levadura no se desnaturalicen. (…) la sal no cumple su función creciendo en cantidad; de hecho, el exceso de sal vuelve a la masa salada, sino salvando su “alma”, es decir su calidad». Y evocando la época en la que no había refrigeradores y se compartía la levadura madre para hacer nuevo pan, ha impulsado a los empresarios de la EdC a «no perder el ingrediente activo, la “enzima” de la comunión» poniendo en acción «la reciprocidad». «La comunión no es sólo división sino también multiplicación de los bienes, creación de un nuevo pan, de nuevos bienes, del nuevo Bien con mayúscula». Con una invitación: «Dádsela a todos, y antes que a ninguno a los pobres y a los jóvenes (…).El capitalismo conoce la filantropía, no la comunión».
Por último: «Todas estas cosas ya las hacéis. Pero podéis compartir más aún los beneficios para luchar contra la idolatría, cambiar las estructuras para prevenir la creación de víctimas y de descartes; dar más de vuestra levadura para que aumente el pan. El “no” a una economía que mata se convierta en un “sí” a una economía que hace vivir, porque comparte, incluye a los pobres, usa los beneficios para crear comunión». «Os deseo que sigáis vuestro camino, con coraje, humildad y alegría…; que sigáis siendo semilla, sal y levadura de otra economía: la economía del Reino, donde los ricos saben compartir su riqueza, y los pobres son llamados bienaventurados».
Con esta nueva conciencia se parte, con alegría y con compromiso renovado.
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