El sábado 29 de mayo, la socióloga brasileña Vera Araujo participará en el acto de nuestro 30º aniversario: relatamos aquí, a partir de una entrevista realizada en 2011, la historia de cómo vivió el nacimiento de la EdC en mayo de 1991. Es una historia muy atractiva que nos transporta al ambiente de aquellos días.
Antonella Ferrucci
Vera, ¿Qué supuso para ti, como socióloga y como brasileña, el lanzamiento de la EdC?
Cuando Chiara fue a Brasil en 1991 yo estaba en Loppiano, donde llevaba algunos años ocupándome de la formación cultural en los centros de formación que tiene allí el Movimiento, pero seguía con gran interés todo el desarrollo del Movimiento en Brasil y estaba al tanto de los desafíos cada vez más importantes que se presentaban. La anterior visita de Chiara a Brasil fue en 1965 y en ella tuvieron mucho relieve los problemas sociales. A Chiara le impresionaron mucho las grandes diferencias que vio en Recife, en el Noreste de Brasil, donde escribió páginas muy hermosas e importantes en su diario, que después se publicó.
Desde 1965 a 1991 el movimiento creció mucho y también su incidencia social en Brasil. Esta nueva visita de Chiara a Brasil se esperaba con mucha esperanza y atención. Yo, que estaba en Italia, también sentía con fuerza la misma sensación. Había en el aire una certeza de que tenía que ocurrir “algo”. Llamé a Chiara antes del viaje para decirle que aunque no formara parte de su grupo de acompañantes, estaba con ella.
Después Chiara partió y ya conocemos un poco el contexto en el que, al final del mes que pasó en la Mariápolis Araceli, afloró en ella esta inspiración …
Sí, durante todo ese tiempo Chiara escribía un diario que enviaba a los miembros del Movimiento. En este diario contaba las cosas que ocurrían allí, pero también se percibía el ambiente tan intenso y vital de aquellos días. Yo iba leyendo los diarios que llegaban. Un buen día llegó el diario de la llamada “Bomba”. Lo leí, al igual que los que llegaron los días siguientes, que sólo hablaban de esto y del extraordinario eco y entusiasmo que se había suscitado. Yo, sinceramente, no comprendía por qué, no terminaba de captarlo... me parecía muy hermoso lo que había dicho, pero no me parecía que fuera “lo que yo esperaba”. Al principio no entendí el alcance de esta novedad, no lo veía claro… y cuanto más consciente era de todos los ecos que llegaban peor me sentía.
¿Qué ocurrió después?
En Castelgandolfo estaba comenzando el encuentro del Bureau Internacional de Economía y Trabajo y Chiara estaba ya de regreso a Italia. Oreste Basso, entonces co-presidente del Movimiento vino a informarnos de todo. Recuerdo que habló durante más de una hora y consiguió transmitirnos muy bien la realidad de aquellos días, antes de mostrarnos el video del discurso de Chiara en la Mariápolis Araceli. Allí ocurrió algo extraordinario. Aunque el tema lo conocía ya por los diarios, al escuchar a Chiara tuve como una iluminación, en un momento lo vi “todo”. Recuerdo que fui a casa e inmediatamente le escribí una carta en la que le decía lo que había comprendido: las consecuencias culturales, económicas, sociológicas y relacionales del proyecto “Economía de comunión” y todas las implicaciones que deberían hacerse realidad. Los días siguientes Chiara convocó a todos los dirigentes del movimiento y me llamó también a mí. Cuando llegó a la sala, Chiara me saludó inmediatamente y me dijo: “hoy es tu día”. Después hizo una exposición riquísima, extraordinaria, leyendo también algunos ecos (el mío entre otros). Una semana más tarde tenía que ir a Argentina para participar en una “escuela social” en la Mariápolis de O’Higgings, pero después de la reunión recibí una llamada telefónica de Chiara en la que me dijo: “He sabido que vas a Argentina... muy bien, te voy a cambiar un poco el programa; debes ir no sólo a O’Higgins sino a todas las zonas para llevarles la información de la Economía de Comunión a todos”. Después del impacto, le dije: “Pero Chiara, si yo ni siquiera estaba presente” y ella me dijo “no importa, tú lo has comprendido muy bien, te daremos todo el material y tú llevarás en mi nombre esta realidad para introducirla en Argentina”. Así me fui y pasé un mes en Argentina, visitando todas las comunidades: O’Higgins, Rosario, Cordoba y Buenos Aires. Fue una experiencia extraordinaria, porque los frutos eran los mismos que en Brasil: un gran entusiasmo, surgían empresas, muchos se adherían al proyecto… todos los aspectos de la Economía de Comunión. A partir de entonces, sobre todo durante los primeros años, he hablado de la Economía de Comunión por todo el mundo.
¿Recuerdas alguna anécdota concreta de aquellos días de hace 20 años?
Recuerdo una anécdota simpática que tiene que ver conmigo: a diferencia de otros muchos, yo no había escrito a Chiara mientras ella se encontraba en Brasil, precisamente porque “no había comprendido”. Cuando ella se iba ya de la Mariápolis Araceli, su secretaria Tininha, una focolarina brasileña, me llamó desde Brasil a Loppiano y me dijo: “¡eres una inconsciente! Chiara acaba de marchar. Iba en coche atravesando la Ciudadela y saludando a todos. Me ha visto, me ha llamado para saludarme y me ha dicho: Tininha, no he recibido NADA de Vera”. Yo pensé que me moría, porque con todas las cartas que había recibido en aquellos días, Chiara se había dado cuenta de que yo no había escrito nada. Esto sólo aumentaba mi angustia. Después vino todo lo que he contado antes...
La expresión “cultura del dar”, tan característica de la EdC durante estos 20 años, es tuya. Un dar que no a en una única dirección, sino que es también recibir, en la reciprocidad. ¿Cómo se pueden conjugar, en tu opinión, estos dos aspectos?
Este nuevo elemento del “dar” que debía entrar en la economía suponía la superación de la cultura del egoísmo, de la acumulación, por a una cultura de la relación que introducía en el circuito de la producción de bienes la comunión, el compartir. El dar adquiría un valor no sólo espiritual sino cultural e incluso económico. Era una mentalidad nueva que introducía la práctica del compartir dentro de la estructura misma de la economía. Era un dar que no venía de una decisión de arriba, sino un reconocimiento del “derecho del otro a la comunión”. Era poner en marcha una “circulación”, haciendo que el dar se convirtiera en recíproco: recibir era también dar, puesto que era “dar una necesidad propia”. Dar bienes económicos o bienes relacionales se convertía en compartir dentro de un mismo circuito relacional, en el que las personas se encontraban con el mismo “nivel de dignidad”. A lo largo de estos años se ha ido profundizando sobre cada una de las características del “dar”: la gratuidad, la sencillez, la alegría, la alteridad, el altruismo... Todos los aspectos de una forma de ser que después se convertía en acción: el homo donator, el hombre que sabe dar, compartir. Este sigue siendo un gran tema para profundizar en él y mostrar todas sus perspectivas.