Nos ha dejado el pasado mes de febrero el empresario de Indianápolis John Welch, un verdadero "pionero" de la EdC: John Mundell nos cuenta algunas experiencias y nos ofrece una pequeña muestra de las importantes lecciones aprendidas de su estilo de vida.
de John Mundell
Han pasado varios meses desde que mi gran amigo John Welch, propietario/CEO de Consort International, fabricante de los Violines Sofia, y mi mentor en la Economía de Comunión nos dejó. John ha desarrollado una excepcional carrera empresarial a partir de su educación y su dedicación a la música. Pianista experto y trompetista de jazz, John ha estado involucrado hasta el final en todos los aspectos de la música, como músico, profesor de música, director de orquesta, editor, productor de grandes sinfonías y fabricante de instrumentos de cuerda de alto nivel. Consort fue reconocida como una de las primeras joint-ventures creadas detrás de la cortina de acero tras la caída del comunismo en 1989. John ha sido Empresario Internacional del año en el Estado de Indiana por haber construido relaciones internacionales significativas y ha recibido el reconocimiento del Departamento de Estado de los Estados Unidos por haber apoyado la colaboración entre actividades económicas durante ese especial momento histórico.
Por sorprendente que haya sido su carrera profesional, la vida personal de John es aún más sorprendente. John y su esposa Mary llevaron el Movimiento de los Focolares a nuestro Estado de Indiana en los años 70. Ambos comunicaban el impacto que el movimiento producía en su vida compartiendo sus experiencias diarias de vida evangélica en los encuentros en los que mi esposa Julie y yo participábamos de recién casados. El hecho de compartir la espiritualidad de comunión de los Focolares con todas las personas que encontraba ha generado amistades profundas, no solo dentro de la Iglesia Católica sino también con los miembros de otras Iglesias cristianas, con los creyentes de otras grandes religiones del mundo y con personas que no tenían una experiencia religiosa particular. Su impacto en la vida de los demás ha alcanzado una dimensión verdaderamente global.
Así pues, resultó natural que cuando Julie y yo fundamos nuestra empresa Mundell & Associates, hace 27 años, dentro de lo que se llamaba “Economía de Comunión”, John fuera uno de los primeros en ofrecernos apoyo y consejos continuos. Los párrafos que siguen son una pequeña “muestra” de algunas de las lecciones aprendidas y de las experiencias que hemos compartido juntos durante la historia de nuestras empresas.
La puesta en marcha de la empresa – Construir una cultura de comunión.
«Tienes que salir de tu casa y tener una oficina cuanto antes», me aconsejó John. «¿Por qué no vienes a ver el edificio donde se ubica mi oficina?» Seis meses después de la inauguración, trasladamos nuestra oficina al mismo edificio en el centro de Indianápolis, y allí estuvimos 12 años. Este traslado fue probablemente el mayor regalo que podíamos recibir para entender cómo un estilo de vida empresarial de “comunión” puede producir un impacto en la calidad de todas las relaciones. Este traslado nos permitió a John y a mí tener contacto frecuente y compartir comidas y cafés varias veces a la semana.
A menudo organizábamos reuniones con nuestro casero para hablar de los problemas del inmueble, no solo por nosotros sino también por los demás inquilinos. Otras veces nos reuníamos con el director del banco y con el abogado, que también compartíamos. De vez en cuando organizábamos fiestas informales después del trabajo para facilitar el conocimiento recíproco entre todos los inquilinos.
Esta cercanía supuso también la posibilidad de compartir nuestros pensamientos y sentimientos más profundos sobre éxitos y fracasos - ¡y teníamos muchos! A veces cuando yo estaba animado y los negocios marchaban bien, John podía estar desanimado y atravesar por momentos de dificultad. Y cuando yo estaba desanimado y dispuesto a tirar la toalla, él estaba animado y compartía la buena noticia de un éxito reciente. Cuando teníamos crisis empresariales, en distintos momentos, nos apoyábamos el uno al otro. No temíamos decir cómo estaban las cosas – incluso cuando lo habíamos estropeado todo no viviendo los ideales del estilo de vida empresarial de la Economía de Comunión que queríamos seguir. Y después, naturalmente, había momentos en los que hablábamos de cosas distintas del trabajo – nuestras familias, nuestra fe, las noticias – para despejar la mente del trabajo.
No sabría deciros cuán importante ha sido mantener este contacto frecuente con John. Esta era y es una de nuestras “armas secretas” para mantener la salud mental y también es lo mejor que podemos ofrecer a otros empresarios para afrontar los éxitos y los fracasos empresariales, los abandonos y los despidos de los empleados, los desastres financieros tales como clientes que no pagaban a tiempo o no pagaban en absoluto. ¡Qué don más grande contar con alguien que elige “amar tu empresa como si fuera la suya”! Juntos descubrimos que la comunión entre empresas no es un nebuloso concepto ideal, sino una realidad verdadera, vivida, concreta y esencial que crece cada vez más profundamente a medida que nos acercamos unos a otros en los acontecimientos cotidianos de nuestras empresas.
Compartir competencias, tiempo y la propia vida
Hoy sigo teniendo presentes los consejos de John sobre la construcción de relaciones auténticas y duraderas. Seguramente John tenía “talento” para ello. Recuerdo que un día le pregunté: «John, ¿qué te ayuda a vivir tan bien este arte especial de “hacerte uno” con los otros?» Me contó algo que había aprendido en su primer trabajo como vendedor de enciclopedias puerta a puerta. «Escuchando atentamente y observando a la persona que abría la puerta, podía decir en los primeros 30 segundos si iba a tener éxito o no». Su forma de “sintonizar” con la persona como si fuera lo único importante en ese momento es lo que le llevó verdaderamente a desarrollar esa capacidad. John de vez en cuando me miraba y repetía un dicho que había aprendido en sus aventuras puerta a puerta en sus días de vendedor ambulante: «Si quieres vender a John Jones, lo que John Jones compra, debes ver a John Jones a través de los ojos de John Jones». Para mí, esta era la manera como John vivía la espiritualidad de los focolares que Chiara Lubich le había enseñado: «Ama a cada persona que Dios pone a tu lado en cada momento presente de tu vida».
El primero en ayudar a los demás
Una experiencia que John compartía a menudo era una lección en responder a las necesidades de los demás “siempre, inmediatamente y con alegría”. Una mañana, John necesitaba liquidez para atender un vencimiento y había pensado llamar a varios propietarios de tiendas de música que le debían dinero por los violines que les había enviado. Uno de sus empleados, un refugiado de Bosnia que John había contratado inmediatamente después de su llegada a Estados Unidos, vino al despacho de John mostrando la foto de una casa que quería comprar. Sin embargo, su empleado no sabía que necesitaba un compromiso hipotecario de un prestatario para poder realizar una oferta. John dejó inmediatamente todo lo que estaba haciendo (“la voluntad inesperada de Dios en el momento presente”) y fue con su empleado a su banco. Tras pasar todo el día con el bancario para obtener información sobre el crédito del empleado, al final de la jornada el bancario le dijo a John: «¡Dile que puede hacer una oferta por la casa!» El empleado y su mujer siguen viviendo en esa casa. Sin embargo, la verdadera sorpresa llegó al día siguiente, cuando John abrió el buzón y sacó cinco sobres de cada uno de los comerciantes a los que había pensado llamar, que contenían cheques en pago por los violines.
Recuerdo con mucha claridad aquel día, porque en la comida John compartió la experiencia conmigo. "¡La Providencia ataca de nuevo!" exultamos juntos, y este dicho se convirtió en la exclamación que repetíamos cada vez que ocurría algo totalmente inesperado para el bien de nuestras empresas que sabíamos que estaba más allá de nuestras capacidades. Un día, tras haber compartido en la comida una experiencia especialmente sorprendente de “suerte en los negocios”, John se acercó, me miró a los ojos y dijo seriamente en un tono casi de susurro: «¡No vivimos solo el momento presente, vivimos el milagro presente!». El “par de gafas” positivas a través de las cuales veía la vida era verdaderamente contagioso – y algo a lo que no quería renunciar.
Apoyar con los hechos, no solo con palabras
Allí donde fuera, John inmediatamente se convertía en el mejor amigo de las personas que conocía. Muchos de nosotros sabemos cuánto le gustaban a John los automóviles, sobre todo el Mercedes-Benz negro que tenía desde hacía años. Una vez el vehículo necesitaba una reparación y él la llevó al concesionario para una revisión; inmediatamente empezó a hablar con los mecánicos diciendo cuánto quería a su automóvil y cuánto apreciaba el trabajo que iban a realizar. Al día siguiente, cuando le devolvieron el auto, quedó tan impresionado que escribió una larguísima carta al CEO de Mercedes-Benz. La siguiente vez que entró en el concesionario, todo el equipo de mecánicos se volvió hacia él y le dispensó una gran ovación, porque habían recibido el reconocimiento personal de la empresa como un equipo excelente en prestaciones. Como podéis imaginar, el pequeño acto de amabilidad de John dio lugar a fuertes relaciones a largo plazo y a un excelente servicio. Este tipo de cosas eran típicas de John.
Valorar a cada persona
Una experiencia me viene a la cabeza cuando pienso en la capacidad de John para ver el bien y el valor de cada persona que conocía. Una vez al mes, nuestro representante local de FedEx, Mike, visitaba el edificio donde John y yo teníamos nuestras empresas, y John bajaba a mi oficina y decía: «¡Hoy comemos con Mike!» Al principio era un poco reacio, pensando: «¿Por qué debería querer pasar tiempo con el representante de FedEx, cuando tengo otras cosas mucho más importantes que hacer?» Sin embargo, con el tiempo, la comprensión de la importancia de todas las personas con las que se relacionaba mi empresa ha ido creciendo dentro de mí. Durante nuestros almuerzos con Mike, John se aseguraba siempre de entender lo que Mike y FedEx necesitaban de él para asegurarse de que sus paquetes llegaran a tiempo y en buenas condiciones. Al mismo tiempo, preguntaba a Mike por su familia y por sus sueños. Descubrimos que Mike llevaba tiempo deseando volver a la universidad y terminar su licenciatura, para ser profesor de matemáticas. Sin embargo, nunca parecía ser el momento oportuno. Durante varios meses, John y yo le animamos a hacer un plan para seguir su pasión y realizarlo. Un día, un nuevo representante de FedEx se presentó en el edificio. «¿Dónde está Mike?», le preguntamos. «Oh, ha decidido volver a la escuela». Más tarde supimos que había encontrado trabajo como profesor de matemáticas en una pequeña universidad.
Construir relaciones
Construir relaciones profundas y atentas con todos dentro de su empresa y con todos los que, de un modo u otro, entraban en contacto con él es la herencia viva que John nos ha dejado a todos. Cambiar el mundo. Un “encuentro breve” y un “momento sagrado” pueden parecer pequeñas cosas, pero la vida laboral de John es un testimonio del impacto que ese estilo de vida puede causar en los que le rodean. Recuerdo una última experiencia de la que he sido testigo. Una vez John organizó para un empleado que se iba para trabajar con un competidor una fiesta de despedida en la empresa tan bonita que el empleado volvió el lunes siguiente para recuperar su trabajo: «¿Puedo volver? Mi mujer y yo hemos decidido este fin de semana que sería una locura dejar esta empresa»
Creo que estaríamos todos “locos” si no quisiéramos formar parte de una empresa como la que John Welch ha construido y modelado para todos nosotros. Este es el corazón de la vida de una empresa de EdC, la verdadera esperanza para un mundo más unido y justo en el que todos puedan florecer.