Visión de la pobreza

El primer motivo para el nacimiento y la existencia de la Economía de Comunión es la pobreza. La EdC nace como un intento de respuesta a los estridentes contrastes económicos y a las desigualdades que caracterizan la sociedad contemporánea, con el objetivo de hacerla más justa y fraterna.

La EdC no trata de eliminar la pobreza tout court, sino más bien de erradicar la “miseria”, palabra que describe la forma de pobreza que todavía “sufren” millones de personas en el mundo, dando valor a otra forma de pobreza: la que “eligen” los empresarios, consumidores, ciudadanos… que deciden renunciar a algo propio y usar los bienes con sobriedad, elegirlos de forma responsable, con la idea de que “los bienes […] se convierten […] en caminos de felicidad solo si se comparten con otros” (Bruni 2004).

Desde este punto de vista, la miseria derivada de la falta de bienes materiales y su posible solución están estrechamente conectadas con la promoción de una serie de condiciones (educación, salud, trabajo, vivienda…) que permiten el “florecimiento” de los seres humanos.

Entre estas condiciones, destaca de forma especial la calidad de las relaciones que se viven. En la visión de la EdC las relaciones se entienden como un capital fundamental para el desarrollo humano.

Esta idea implica una forma original de entender las estrategias de lucha contra la miseria, que se aplican en los proyectos que la EdC sostiene y promueve: las estrategias se diseñan con el fin de evitar que se instauren formas asimétricas de ayuda – como ha ocurrido muchas veces a lo largo de la historia – en las que quien tiene da a quien no tiene situando al receptor en una posición de inferioridad y alimentando relaciones de dependencia.

Antes bien, las estrategias de lucha contra la miseria llevadas a cabo por la EdC dan valor a las relaciones de reciprocidad, donde cada persona puede ofrecer la riqueza que lleva consigo, situando a todos en un mismo plano de igual dignidad, como hermanos y miembros de una misma familia.

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#AMU – De la acogida a la creación de empresas: ¡un sistema que funciona!

Hacer Sistema Después de la Acogida es un proyecto AMU - EdC creado para acompañar procesos de inclusión. Con ocasión de la Jornada Mudial del Refugiado contamos cómo la inclusión es posible cuando se cuenta con el apoyo de comunidades de acogida y qué resultados se pueden alcanzar.

Michela Micocci.

Original italiano publicado en Fare sistema oltre l'accoglienza el 20/06/2021.

La inclusión es un camino posible. No solo eso, sino que se pueden dar más pasos, siendo parte activa de la sociedad y generando empresa. Lo demuestra la historia de tres jóvenes migrantes: Sadia, Adama y Madi, socios y fundadores, en Calabria (Italia), de la cooperativa S.A.M. que fabricará pasta y obleas en la pequeña ciudad de Rogliano (provincia de Cosenza). S.A.M. responde a las iniciales de sus nombres: Sadia, Adama y Madi. Los tres dejaron sus países de origen en África y, cada uno con su propia historia y aspiraciones, han llegado a esta start up. 

Salvatore Brullo, de la cooperativa FO.CO., responsable del proyecto, explica de este modo el origen de la idea: “Observando atentamente la provincia de Cosenza, nos dimos cuenta de que se trata de un territorio dedicado a la elaboración de pasta. Es su cultura típica”.

Hacer Sistema Después de la Acogida ha realizado el proyecto gracias al apoyo, entre otros, de Fondazione Con Il Sud. La cooperativa ya se ha inscrito en la Cámara de Comercio. A continuación, se procederá con el alquiler de los locales, la instalación de la maquinaria necesaria y la comercialización.

Los tres jóvenes emprendedores fabricarán pasta seca, usando solamente grano de alta calidad, destinada a la venta sobre todo en la gran distribución. Las personas que compran la pasta de la cooperativa S.A.M. no compran única y exclusivamente un producto de alimentación, sino que con su gesto participan en un proyecto de inclusión que ve cómo los chicos migrantes se convierten en sujetos activos de la comunidad que les ha acogido: “Ya no son asistidos por el estado, sino contribuyentes”.

Hay otro aspecto importante que poner de relieve. Además de la pasta, los muchachos fabricarán obleas. No es una decisión casual, sino que se basa en varios motivos, no solo económicos. Explica Salvatore Brullo: “El mercado de las obleas es apetecible. Hay mucha competencia, pero también una gran demanda. El valor de la integración, al tratarse de un símbolo de la religión cristiana, es muy fuerte”.

Detrás del nombre de la cooperativa – S.A.M – hay tres historias de migración: Sadia, Adama y Madi llegaron a Italia en 2017, siendo menores de edad.

MADI
Madi vive en Rogliano (provincia de Cosenza), en el centro para menores “Casa de Ismael”. Tiene 20 años y las ideas muy claras. La madre de Madi es médico jubilada y el padre es agricultor. Los motivos económicos no fueron los que le trajeron desde Costa de arfil: «Estaba estudiando, había acabado el bachillerato y quería ir a la facultad de economía. Fue una decisión personal, de libertad e independencia».

Para alcanzar sus deseos de independencia, Madi dejó la capital marfileña hace cuatro años y junto con algunos amigos afrontó el viaje hasta Libia. Tres o cuatro meses después de abandonar Costa de Marfil, desembarcó en Sicilia, en Catania. Era menor de edad y por tanto fue acogido en las instalaciones reservadas a los menores extranjeros no acompañados. En el verano de 2020, recién terminado el primer y duro confinamiento impuesto por la pandemia, se le ofreció la posibilidad de participar en un curso sobre producción de pasta fresca artesanal. La idea le gustó y se trasladó a la provincia de Cosenza. En mayo de 2021 llegó otra propuesta, que, una vez más, le confirmó en su convicción de que la decisión de venir a Italia fue la correcta: convertirse en socio trabajador de la cooperativa: “Ojalá nos permita integrarnos aún más. Hacernos autónomos. Crecer. A lo mejor con el tiempo podemos contratar a otras personas para que trabajen con nosotros. Sería bonito”. Y ¿qué te parece la fabricación de obleas? “Es una cosa más, que nos permite ampliar la producción”.

SADIA
En el mes de junio de hace cuatro años Sadia desembarcó en Italia. Menor de edad, con apenas 17 años, había dejado Senegal atrás y había pasado casi doce meses en las cárceles de Libia. Salió de ellas y se puso a trabajar para ahorrar el dinero necesario para pagar la travesía del Mediterráneo. Le empujaba el proyecto de tener una vida mejor: «Me dije: me voy para cambiar mi vida y la de mi hermana».

Después de pagar a los traficantes, él y algunos amigos suyos se dirigieron al punto acordado para zarpar, de noche, en la playa. La barca comenzó la navegación. Pero apenas un kilómetro después tuvo que volver atrás, a Libia. En la barca no funcionaba ni siquiera una luz, y era imposible andar por el mar en esas condiciones. Lo intentaron 24 horas más tarde: zarparon a medianoche y a las siete de la mañana estaban frente a las costas calabresas. Subieron a una nave que había ido a socorrerles. Sadia, menor de edad, fue llevado al centro de acogida para menores “Casa de Ismael” en Rogliano, provincia de Cosenza. Le acompañaba una decena de muchachos. Ahí se hizo adulto. Apenas alcanzada la mayoría de edad, en 2019 fue acogido primero en Rovito y después en octubre de 2019 entró en el proyecto “Amplía el espacio de tu tienda” que ayuda a los chicos a nivel habitacional y formativo, y les acompaña en la inserción laboral. El curso sobre producción de pasta fresca en el que participó Sadia durante el verano de 2020 formaba parte del programa. Pero esta no es más que una pieza de un mosaico más amplio, porque este senegalés de 21 años dio otros pasos importantes: obtuvo el diploma de educación secundaria, realizó dos prácticas laborales (en una tipografía y en una fábrica de pasta) y trabajó como ayudante de cocinero. Ahora vive en un apartamento junto con algunos amigos.

ADAMA
«Para tener un futuro primero debes tener un presente, y el presente solo puede ser el trabajo». Quien responde de este modo a una pregunta sobre los sueños y el futuro es el joven Adama, senegalés de 21 años, uno de los tres socios trabajadores de la cooperativa S.A.M.

Adama nació el 13 de marzo del 2000 y hasta hace cuatro años vivía en la ciudad de Tambacounda, en la parte oriental de Senegal, donde estudiaba y trabajaba en el campo: «No había pensado venir a Italia. Me puse en viaje sin un motivo concreto y me detuve en Argelia siete u ocho meses porque encontré trabajo en una fábrica». Pero después los amigos con los que salió de Senegal decidieron reemprender el camino y él, para no quedarse solo, les siguió hasta la frontera con Libia. Afortunadamente Adama no experimentó la terrible cárcel libia como les ocurre a muchos migrantes antes de salir de África. Pero, como todos, Adama tuvo que pagar para subir a una barca y atravesar el Mediterráneo. La embarcación no era grande y en ella iban 150 muchachos, algunos de ellos menores. A las tres de la mañana comenzó la navegación. Era verano y el mar estaba en calma. A medida que se fue haciendo de día, amontonados sobre la barca, sin agua para beber y con el sol cayendo a plomo, el calor y la sed se hicieron insoportables: «No sabía que era tan difícil. Pensaba que con una hora o dos de viaje habríamos llegado a Italia».

Durante una semana, tras el desembarque, Adama fue acogido en un centro provisional instalado en un campo de voleibol, pero «estaba feliz porque estaba vivo, no todos consiguen llegar vivos». Después, junto a otros menores, fue trasladado a Rogliano, a la “Casa de Ismael”. Estudió y aprendió italiano. Una vez que hubo alcanzado la mayoría de edad, Adama, al igual que Sadia, siguió su camino hacia la autonomía en Rovito y a partir de octubre del mismo año entró en el proyecto “Amplía el espacio de tu tienda”. Gracias a él, recibió acompañamiento para dar algunos pasos importantes, como el alquiler de un apartamento en Cosenza, la gestión de los recibos y las compras, a la que no estaba acostumbrado; los turnos de cocina para preparar la comida y la cena; en resumen, una vida autónoma. En tu opinión, ¿la cooperativa será bien acogida, podría haber problemas de racismo? «No lo sé. Yo sigo mi camino. Hay racismo en todo el mundo, pero yo no he tenido nunca problemas».

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