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La economía de la vida

La emergencia Covid-19 que estamos viviendo nos enseña que los bienes comunes, los bienes relacionales y el medio ambiente no pueden gestionarse con la lógica capitalista. The Economy of Francesco (noviembre 2020) apuesta por iniciar un verdadero proceso de cambio.

Maria Gaglione.

Original italiano publicado en Città Nuova el 15/04/2020.

No es solo una emergencia sanitaria. La pandemia también descubre las fragilidades y los puntos críticos del sistema socio-económico de nuestros países. En los periódicos y en los telediarios abundan las previsiones, los análisis, los auspicios y las declaraciones. Estos días, la emergencia nos mantiene separados unos de otros, hace que todos nos sintamos vulnerables. Pero en las crisis recuperamos palabras olvidadas y, más que nunca en este tiempo duro, estamos comprendiendo qué son verdaderamente el bien común y la fraternidad.

Observando la vida de nuestras casas, preocupados por el contagio y desorientados con respecto al futuro, hemos descubierto en primer lugar que el sistema económico y productivo es una gran (y compleja) acción colectiva de cooperación y que, como recordaba el Papa Francisco, nuestras vidas están diariamente sostenidas por el trabajo silencioso y decisivo de enfermeros y médicos, cajeros de supermercados y transportistas, operarios de limpieza, investigadores y muchos otros.

Si el contagio nos está enseñando de manera dolorosa hasta qué punto dependemos unos de otros, también nos está llamando a la responsabilidad recíproca, a considerar el bien en relación con la vida social de las personas, al sentido de pertenencia común entre ciudadanos, generaciones y pueblos, que nos impulsa a vernos con atención y estima. Antes, durante y sobre todo después de la pandemia, cuando llegue el tiempo de volver a empezar y de elegir qué bien conservamos y promovemos.

La economía, que es el gobierno de nuestra casa y de la casa común, tiene un papel fundamental en estas decisiones. Cada vez está más claro que la inmunidad para hacer frente a la adversidad y a las crisis está en la construcción de comunidades sólidas y dinámicas, capaces de promover relaciones de reciprocidad y caminos de apoyo mutuo entre personas y entre empresas, entre territorios y entre ciudades.

Estos días podemos ver algunas muestras de esta nueva confianza colectiva, por ejemplo, en el esfuerzo de conexión e inteligencia colectiva entre empresarios, ciudadanos e instituciones para apoyar la reconversión de algunas fábricas. Mascarillas, batas, guantes, calzas y gafas de uso sanitario, así como respiradores pulmonares y geles desinfectantes. Estas son ahora las prioridades que han llevado a algunas empresas a reconvertirse y a cambiar su producción habitual, comprando o adaptando la maquinaria, revisando la logística y compartiendo proveedores y acceso a la información. La cooperativa Fantasy de la Ciudadela Internacional de Loppiano, la empresa textil Quid de Verona, la cooperativa social Made in Carcere, las cooperativas sociales de Benevento, la plataforma GioostoFedersolidarietà, representan, juntas, un ejemplo de sistema de sujetos que han querido ayudar inmediata y concretamente a Italia asumiendo la producción y distribución de mascarillas.

Solidaridad, cooperación y bien común. Pero no solo eso. El dolor de este tiempo ha inaugurado la era de la fraternidad, el principio olvidado sobre todo por el capitalismo, que hoy estamos comprendiendo, viviendo y redescubriendo. Esta crisis también está diciendo que la economía puede matar, cuando se pone a sí misma por delante de la salud de las personas, de la vida de los ancianos y de los más frágiles. Sin embargo, en estos días también vemos otra economía – entre las cifras del contagio y más allá de los decretos del gobierno – que es la economía de la vida, la de todos y cada uno, empezando por los últimos: en los pasillos de los hospitales, en las residencias de ancianos, en las instituciones para personas con discapacidad, donde los trabajadores se han quedado para hacerse cargo de la fragilidad; en las comunidades de recuperación y acogida, en las cárceles, en las casas familia, en los comedores y en los dormitorios para las personas sin hogar, donde trabajadores y voluntarios inventan una casa para que sus huéspedes puedan decir #yomequedoencasa.

Un icono de la fraternidad que se hace próxima y que, mientras abraza y acoge, se hace cargo del hermano y custodia la vida es el beso de Francisco al leproso. Un episodio no representado en el ciclo de la historia de San Francisco de la Basílica Superior, porque – como nos ayuda a reflexionar el economista Luigino Bruni – «la primera pobreza de muchos pobres es que nadie los ve ni habla de ellos; el capital narrativo es uno de los primeros capitales esenciales del que están gravemente privados».

Pero la economía también puede ser fraterna si sabe empezar por los últimos y llegar a ellos; si sabe acoger instancias y voces, pero también soluciones y propuestas para que la economía pueda ser capaz de «incluir a las personas que son dejadas fuera de todo», como dice Samer, un joven emprendedor que ha creado una plataforma digital para el trabajo sin barreras en Líbano. La fraternidad de Francisco empezó por los pobres y, como sabemos, se extendió a los elementos de la naturaleza, al mundo entero y a sus criaturas.

Atento a los más pobres y abandonados, Francisco es también el ejemplo por excelencia de una ecología integral, donde la justicia con los últimos es inseparable de la salvaguardia de la creación. La fraternidad cósmica puede renacer hoy a partir de una nueva relación con el medio ambiente, donde el hombre sabe que todo está íntimamente interconectado, donde no se siente dueño y consumidor sin guardián y responsable de la casa que habita.

El siglo XXI está mostrando claramente que los bienes comunes, los bienes relacionales y el medio ambiente no pueden gestionarse con la lógica capitalista, y si no cambiamos pronto, lo único que haremos será destruirlos. Estamos convencidos de que The Economy of Francesco – el encuentro internacional de jóvenes economistas y empresarios con el papa Francisco, inicialmente previsto para marzo y pospuesto a noviembre de 2020 a causa de la pandemia – no es un simple evento, sino un proceso de cambio que ya ha comenzado y ofrece a los jóvenes la oportunidad de encontrar una relación integral con el oikos, la casa común.

Una nueva ecología solo es posible junto a una nueva economía. Si la casa es una sola, no se puede concebir ni realizar una ecología integral sin una economía integral. Nunca como hoy necesitamos el principio de fraternidad humana y universal para inspirar y orientar nuevas teorías y nuevas prácticas económicas capaces de promover la dignidad de los últimos y de proteger la tierra, de conservar los bienes comunes y de “invertir” en bienes relacionales.

A los jóvenes que se sienten llamados a construir un mundo nuevo pensando y practicando una economía distinta, les corresponde el desafío de poner en diálogo pensamiento y praxis, culturas y perspectivas. «El trabajo realizado hasta ahora no se perderá. Juntos seguiremos construyendo el futuro», han escrito los jóvenes coordinadores del evento en un vídeo-mensaje publicado días pasados. The Economy of Francesco, empezando por los 2000 jóvenes ya inscritos, está multiplicando el esfuerzo, incorporando nuevos temas voces y sensibilidades, y organizando encuentros e intercambios de ideas y prácticas en todo el mundo. Encontrarse en Asís el próximo mes de noviembre será todavía más importante, para nosotros y para el mundo que ahora más que nunca espera una economía distinta.

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