El 30 de octubre se celebró en Daejeon el foro nacional de la Economía de Comunión en Corea del Sur, una oportunidad para descubrir la experiencia de la EdC en este rincón del mundo
Francesco Tortorella
Es una mañana templada de otoño en las calles del barrio de las exposiciones en Daejeon. El aire es fresco y el sol calienta la piel, antes de que empiecen a llegar las corrientes frías de otoño. La estación del cambio de colores, belleza por la que se conoce al país asiático, ha empezado. También aquí, entre los rascacielos y los edificios ultramodernos de esta ciudad del centro del país, las hojas de los árboles se van alternando entre diferentes tonos de verdes, amarillos, naranjas y rojos. Este paisaje de diversidad y de belleza recibió el miércoles 30 de octubre a casi doscientas personas en el Daejeon Convention Center para participar del foro nacional de Economia di Comunione della Corea del Sud, titulado:
«El rol inclusivo de las empresas de hoy para un futuro sostenible».
Para darles la bienvenida, justamente al ingreso del centro de congresos, hay una de las sedes de la cadena de restauración, panandería y pastelería “Sung Sim Dang”, una empresa nacida en 1956 que adhiere a la EdC desde hace más de veinte años, y que hizo a esta ciudad famosa por los panes y los dulces: hoy cuenta con más de veinte puntos de venta y restaurantes repartidos por toda la ciudad y – no casualmente – en Daejeon se celebra todos los años el festival del pan, con gente que viene aquí a probar los panificados de Sung Sim Dang.
El foro es la ocasión para presentar la experiencia internacional de la economía de comunión a aquel que hoy en Corea desea conocerla, a la vista de los desafíos de la justicia social y climática cada vez más acuciante en este lado del planeta. El debate lo abrieron dos intervenciones claves: la de la profesora Anouk Grevin sobre el rol inclusivo que las empresas pueden tener en la economía actual, y la del profesor Hong Jong-ho sobre el presente y el futuro de las empresas coreanas en época de crisis climática. Siguieron las experiencias de comunión en economías como las de Argentina, España, Burundi y sobre todo Corea: el foro es la oportunidad para mostrar cómo aquí se realiza concretamente esta experiencia.
Son una decena de empresas coreanas las que hoy adhieren a la EdC, y las que participan en el foro: acá las encontramos junto a periodistas, estudiosos, trabajadores, empresarios, algunos representantes de las instituciones y personas interesadas en conocer la economía de comunión. Hay una empresa que produce piezas de aluminio para la industria del auto eléctrico, una de alta tecnología informática, una farmacia, algunos estudios de asesoría en contabilidad y en arquitectura, una casa editorial y varias empresas del ambiente artístico y cultural, que no buscan solamente vivir la actividad empresarial al estilo de la economía de comunión, sino también ofrecer bienes y servicios que aporten a la cohesión y a la integración social en el territorio. Por ejemplo, una de estas empresas hace campañas culturales para difundir las más lindas historias de amor de personas de edad avanzada, para contribuir a hacerlos más protagonistas en un tejido social que le da mucha importancia a la actividad laboral bajo el riesgo de marginar, de algún modo, a los que ya no están en la edad del trabajo. Otra empresa, en cambio, lleva adelante un programa particular dedicado a facilitar la reinserción laboral de aquellas mujeres que interrumpieron la actividad profesional durante el embarazo y luego no lograron retomarla, y otro programa dedicado a la inclusión laboral de personas con historias de migración.
Impresiona mucho el compromiso con el que estas empresas buscan vivir la EdC mediante la explícita y plena participación de los trabajadores en la práctica de los gestos de comunión en la empresa, así como en sus modos de compartir. Sung Sim Dang, por ejemplo, con sus más de 1200 empleados, publica por semana un noticiero interno y un libro entero por año, en los que se recopilan experiencias de comunión vividas por los trabajadores: una práctica que ayudó a crear una verdadera y propia cultura empresarial. Una trabajadora, después de haber participado en el foro, cuenta:
«Trabajo acá desde hace diecinueve años, yo era joven y poco después de haber empezado nació mi hija. Mis responsables me hablaban siempre de la economía de comunión, y yo entendía que esta cultura me invitaba a la generosidad, a interesarme por los otros, a dar algo mío a mis colegas, a los clientes, a los proveedores». Y sigue:
«Hoy, escuchando las experiencias contadas en el foro, creo haber entendido algo más profundo sobre lo que significa la economía de comunión en las empresas: ahora entendí que tiene que ver con la reciprocidad, que no es solamente dar, es la experiencia de dar y de recibir juntas lo que crea la comunión. Mientras pensaba esto miraba a mi hija ya grande, que estaba al lado mío en el foro. Y me conmovió verla ahí, conmigo, rodeada de esta gran familia que la vio nacer».
La EdC coreana tiene como protagonistas también a un grupo de estudiosos y académicos y a un animado grupo de jóvenes empresarios de entre 30 y 40 años, que una vez al mes discuten sobre la propia vocación empresarial de comunión. Pero no es solo eso. La comunidad EdC en Corea ha buscado su propio modo de contribuir en la misión de transformar la pobreza, y ha encontrado varios: más allá del compartir las ganancias empresariales con la red internacional de la EdC para las personas necesitadas y para la formación a la cultura del don, en los últimos años las empresas EdC de Corea se dedicaron a acompañar de cerca diferentes intervenciones de ayuda y de desarrollo en Myanmar – como el apoyo a los desplazados internos por el conflicto armado o la colaboración a pequeñas actividades empresariales, en cooperación con AMU – y lanzaron un programa de inclusión laboral y social para personas sin hogar en Seúl: el llamado “programma del buon vicino”(“programa del buen vecino”). Gracias a las ganancias de algunas empresas EdC y a las donaciones de otras empresas implicadas, unas quince personas sin techo se prueban como trabajadores en el reparto de flores a domicilio, en colaboración con diferentes revendedores de artículos de floristería. De esta manera, se inician en el mundo laboral, reciben una recompensa que les permite pagarse una pequeña vivienda y empiezan a cultivar una mayor confianza en las propias capacidades, primeros pasos hacia una vida más autónoma y digna. Un impacto significativo de la EdC en una sociedad hipertecnológica, en la que los pobres se “ven” poco, pero existen, y vaya que existen.
Esta experiencia ha despertado el deseo de hacer algo similar en otras ciudades del país. Un empleado de una empresa EdC de Daejeon, lo cuenta:
«En nuestra empresa nos han transmitido el espíritu de la economía de comunión y tratamos de vivirlo en el lugar de trabajo. Escuchando la experiencia del “programa del buen vecino” en el foro, sentí las ganas de hacer algo más para poder llevar este espíritu a la sociedad y me puse a pensar enseguida cómo podemos nosotros los empleados replicar este programa aquí en nuestra ciudad».
El protagonismo y el espíritu de iniciativa de los trabajadores de esta empresa son uno de los frutos de la valentía y del entusiasmo con los que la comunidad EdC coreana intenta vivir la comunión en economía: un mensaje de esperanza y de fe que aparece como el sol en la mañana de este rincón del mundo.
Para mayor información: www.eockorea.com (en coreano)