#OPLAStories – Desde Colombia, la historia de Elizabeth nos enseña uno de los criterios más importantes de las iniciativas de EdC en la lucha contra la pobreza a partir de la comunión.
Tainã Santana para OPLA Team
Medellín, Colombia. En un pequeño pueblo llamado Pedregal, vive Elizabeth, madre de Martín y Miguel (3 y 7 años). El año pasado vivieron una situación difícil en la casa, y Elizabeth no tenía para alimentar a la familia ni para pagar los útilos escolares de sus hijos. Por medio de uno de nuestros operadores locales, presentaron un pedido de apoyo, considerado rápidamente por OPLA como una oportunidad para caminar con ellos en aquel momento difícil.
El año pasado publicamos en esta sección un artículo en el que hablábamos de personas que “dan el primer paso de gratuidad hacia los otros”. Por la experiencia de la Economía de Comunión y de la AMU, y trabajando con personas que experimentan la pobreza a partir de un enfoque de comunión, se percibe que existe un momento clave en la vida de estas personas, en su camino de superación de la pobreza: cuando comprenden que no son simplemente “ayudados” por alguien que está “por encima”, sino que también ellos son capaces de dar y de ponerse al servicio de los que están a su alrededor. ¿Pero qué tiene que ver aquel artículo con la historia de Elizabeth?
Hace algunos días Elizabeth nos escribió para compartir con nosotros su experiencia. Y cuenta que con la ayuda que recibió de EdC pudo comprar comida (verduras, cereales, productos lácteos, carne) para todos los miembros de su familia, además de los útiles escolares para sus hijos (cuadernos, lápices, gomas). Y hasta aquí todo está en línea con nuestras expectativas, dado que el apoyo solicitado servía efectivamente a este propósito. Luego, sin embargo, Elizabeth nos sorprende:
«Queríamos ayudar a otra familia y compramos pañales para una madre necesitada».
Seguramente las situaciones de dificultad en que se encontraba no se resolvieron, y tampoco se acabaron las necesidades de Elizabeth y de su familia, pero la voluntad de involucrarse y de hacer su parte le vino naturalmente, sin que nadie se lo impusiera. Esta es, de hecho, una de las condiciones para que la verdadera gratuidad pueda tener lugar: la libertad de elección. De esta nace la reciprocidad, que contrariamente a lo que puede sugerirnos una primera impresión, va mucho más allá del simple devolverle a la persona de quien se recibió, y toma la forma de un verdadero y propio protagonismo en la historia y en la construcción de una sociedad más justa.
Otro elemento presente en la carta es la conciencia de la procedencia del apoyo. Elizabeth escribe:
«Estamos muy agradecidos con todas las familias que hacen que estas ayudas lleguen a otras familias… en nuestro caso llegaron como una bendición en el momento en que realmente la estábamos necesitando».
Este es un aspecto específico de la EdC: la aparición de la conciencia de que esa ayuda no viene del sobrante de personas adineradas que no lo necesitan, sino de otras familias que, como todos los demás en la red, buscan hacer su parte.
Esa conciencia hace que crezca un sentido de responsabilidad, e invita a todos los miembros de la EdC a aplicar la comunión. No se trata de filantropía. De hecho, a diferencia de las muchas – también importantes y necesarias – organizaciones filantrópicas, se favorece e incentiva la relación entre los distintos miembros de la red, con el fin de que crezca cada vez más la consciencia de que todos somos potenciales impulsores de comunión. Ciertamente, no significa que aquella familia a la que Elizabeth ayudó hará lo mismo con otra familia, pero esta es justamente la belleza de la libertad, que hace que cada uno sea el protagonista de su propia historia.
Credits foto: Immagine di Medellin di Michael Pointner da Pexels: