A renacer se aprende/13 - La transformación de un carisma en la fase organizativa, de la generación del fundador a la siguiente
Luigino Bruni
Se produce, en efecto, una verdadera paradoja. Un carisma llega a la tierra para realizar una palabra, diferente y nueva aunque ya esté presente en la tradición. Esta palabra es vivida y anunciada por la primera generación como el alba de un día esplendoroso, que después sigue y de algún modo se cumple solo en las futuras generaciones. Pero ocurre a menudo, si no siempre, que cuando esa palabra empieza a cumplirse realmente, la comunidad que la había entendido cuando todavía era un anuncio, hoy ya no logra interpretar aquel sueño profético de ayer. Se asusta, se desanima, vive una desilusión colectiva, no puede entender su sueño mientras se realiza.
Es mucho más fácil de entender cuando se anuncia como un proyecto a futuro, pero apenas empieza a cumplirse en la historia sucede algo muy parecido a lo que vivió Daniel: “Yo, Daniel, quedé agotado y estuve enfermo durante varios días”, precisamente porque no lograba comprender su visión. La visión le fue dada a él, pero era él justamente el que no la entendía. Generalmente puede permanecerse “agotado’’ durante años, décadas, hasta que ocurra algo, que no siempre ocurre: una reforma o una nueva luz que se encienda en alguna parte de la comunidad.
Pensemos, por ejemplo, en un carisma que viene a arrojar nueva luz espiritual sobre el abandono y la muerte de Jesús. En la etapa de fundación, cuando todo habla de luz y de vida, ese abandono de Jesús en la cruz es claro, fascinante y luminoso. El fundador y todos los miembros de su comunidad entienden el corazón del carisma, o sea que “Dios está donde no está”, que hay una luz en la oscuridad, que el Resucitado ya está dentro del Crucificado, que hay un valor misterioso pero verdadero en el disminuirse, en el volverse pequeños. Luego pasan décadas, el fundador muere, la comunidad se reduce, se vuelve menos poderosa, menos fuerte, más pequeña, más frágil, y aquella realidad anunciada ayer en la luz del alba empieza a nublarse.
En realidad, si fuéramos capaces de interpretar correctamente el sueño, tendríamos que decir que el carisma se está al fin cumpliendo cuando justamente nos hacemos pequeños y frágiles, pero lo que tanto fascinaba mientras se anunciaba, ahora, en su cumplimiento, ya no se entiende y solo da miedo. No logra verse el alba en el anochecer, porque ese cuerpo colectivo que finalmente está encarnando el propio carisma no consigue mirarse desde afuera y desde lejos, en la única visión que le permitiría comprender realmente lo que está sucediendo.
Este es el momento en que debemos volver a la Biblia, a sus profetas, a usar sus mapas, que son cruciales para ver desde afuera y desde lo alto la verdadera historia que se está cumpliendo. Para continuar la marcha.