Una joven empresaria japonesa abre una tienda en Internet donde vende tejidos indios, gracias a las personas que conoció durante la Semana del Mundo Unido
Kyoko Yoshida
de "Economía de Comunión - una cultura nueva" nº 43 - Julio 2016
Conocí el movimiento de los focolares cuando tenía veinte años, visitando la ciudadela Luminosa, cerca de Nueva York, por sugerencia de un amigo budista del Rissho Kosei Kay. Mi familia me había transmitido la idea de ayudar a los pobres, así que cuando terminé los estudios, antes de buscar trabajo, me dediqué diez meses a actividades de voluntariado en Filipinas.
Allí aprendí a “dar” respetando la dignidad de las personas. Cuando volví a Tokio, me pareció que el sector de la moda, para el que había estudiado en la universidad, era “sólo para ricos” y empecé a trabajar en una empresa inmobiliaria.
Esta empresa estaba dirigida por una pareja rica y poderosa, que comenzó a pedirme los servicios más variados, hasta convertirme casi en una esclava. Finalmente, dejé aquel trabajo y me fui a hacer una experiencia en la ciudadela de los focolares en Loppiano.
Allí, durante el “LoppianoLab” visité la exposición de las empresas de EdC y para conocer mejor el estilo de vida que se proponía pedí trabajo en el Philocafé, un bar-tienda del Polo Lionello Bonfanti de la EdC.
Las dificultades del idioma y la preocupación al ver que el Philocafé estaba dirigido por una pareja, como mi anterior trabajo, desaparecieron en cuanto me di cuenta de que Giuliana y Giovanni trataban a sus colaboradores de forma fraterna. Esta actitud de acogida se extendía también a los clientes, que a veces venían simplemente a charlar, a descansar o a estar con ellos. Era una comunidad abierta a todos.
Al principio dudé si habría acertado con la decisión, ya que no estaba recibiendo la formación específica que esperaba. Después comprendí que era yo la que debía cambiar de mentalidad: la EdC es cultura del dar y mientras no se empieza a dar no se recibe nada a cambio. Empecé a dar y estoy agradecida por todo lo recibido: en el Philocafé conocí a muchas personas cercanas al proyecto EdC y sentí cómo crecía dentro de mí el deseo de poner en marcha una actividad económica relacionada con mis estudios sobre los tejidos indios. Así empecé a comprender el misterio de la divina providencia, que siempre me había dado que pensar.
De regreso a Tokio trabajé durante tres años en una sastrería y aprendí a dirigir un taller con máquinas de corte. Después llegó mi oportunidad: la “Semana por un Mundo Unido”, que se celebraba en la India, en Coimbatore. Al finalizar el evento me quedé unos días en el centro de movimiento hindú gandhiano Shanti Ashram, que había participado en el evento. Allí me acogieron como si fuera de la familia y me ayudaron a organizar la importación a mi país de los tejidos que me hacían falta para abrir mi tienda en Internet, que se llama “Prima Luce”, la “primera luz” de Chiara Lubich, donde vendo bufandas fabricadas con tejidos indios.
Todo esto es un don de Dios: como budista estoy llevando mi empresa en espíritu de unidad con mis hermanos cristianos, y con la ayuda de mis hermanos hindúes. Buda utiliza todos los medios para lograr la unidad de los pueblos y espero que Prima Luce se convierta en un puente entre pueblos. Desde que la puse en marcha, muchas personas cercanas a la EdC me están ayudando.