Las personas que estaban presentes la mañana del 24 de septiembre en Asís, en el encuentro del Papa Francisco con los jóvenes de EoF, pudieron habitar un trozo de cielo, un espacio denso, libre y liberado, que acogió como en la palma de la mano emociones y energías universales. Una caja de resonancia donde oír la sutil voz del silencio. Recorramos juntos ese momento.
Maria Gaglione
La campana anuncia
la fiesta que viene:
y su alegre son
conforta el corazón.
Los niños, gritando
en tropel en la plaza,
aquí y allá saltando,
levantan un alegre rumor.
G. Leopardi, Il sabato del villaggio
El anciano vestido de blanco se detiene apenas un paso antes del rayo de luz. Francisco se apoya en su bastón. En su cara se dibuja una sonrisa bondadosa: aquí estoy. La mirada se eleva, se abre, acoge. Un instante más, un paso más atrás, como en una vigilia que no termina: no tengáis prisa. Como el efímero instante que anuncia el alba. Después, como un peregrino tras un largo caminar, conquista el reposo, se sienta a un lado, abrazado por los colores del mundo: aquí estoy, he venido por vosotros.
La oscuridad muestra las heridas de nuestra humanidad, que se cae a trozos, rendida. Una mujer se eleva, ligerísima. Parece un soldado en su puesto de guardia. Y las palabras traídas de lejos resuenan como nuevas. El silencio se rompe: «[El Señor me dijo:] “Ve, sé un centinela nocturno. Lo que veas, grítalo. Tiende el oído, tiéndelo hasta el extremo”. Luego el centinela gritó: “En la torre de guardia, Señor, yo soy el que está. Permanezco de pie todo el día, de noche no la abandono. Llega un carro con un hombre y dos caballos. El hombre grita: ¡Ha caído, ha caído Babilonia! Y todas las estatuas de sus dioses yacen destrozadas por tierra”. […] Uno me grita de Seír: “Shomer ¿Ma mi llailah?, Shomer ¿Ma mi llailah?”. Centinela, ¿cuánto falta para el día? Centinela, ¿cuánto queda de la noche? Responde el centinela: ¡La mañana vendrá, pero aún es de noche! Si queréis preguntar, preguntad, volved y preguntad de nuevo» (Is 21,11-12).
¡Sí! Los hombres y las mujeres de hoy vuelven a preguntar. Nueve jóvenes estupendos se abren paso entre la muchedumbre. Llevan preguntas
impronunciables en sus hombros y una pequeña luz entre las manos. La luz es tímida, teme la oscuridad. Y entonces las palabras toman aliento. Con los ojos puestos en la centinela, Egide de Rwanda pregunta: Centinela, ¿cuánto falta para el día? Centinela, ¿cuánto queda de la noche?, continúa Thomas de Taiwan. Olena y su tierra ucraniana afligida por la guerra preguntan: ¿Cuánto queda de la guerra? ¿Cuándo acabará el dolor inmenso de nuestro pueblo y de todos los países en guerra? ¿Cuándo olvidará la tierra el arte de la guerra? ¿Cuándo aprenderemos el arte de la hospitalidad con cada hombre, mujer y niño de la tierra? Shomer ¿ma mi-llailah? Maryam con sus ojos todavía asustados: Centinela, ¿cuánto debemos esperar para que en nuestro país, Afganistán, y en todos los países del mundo, sean reconocidos los derechos de las mujeres, y las niñas? Con su voz fresca y joven, Francesco pregunta: ¿Cuánto queda de la noche que envuelve a nuestra madre tierra? ¿Aún estamos a tiempo de salvarla? ¿Cuándo cambiará la política? Shomer ¿ma mi-llailah? Como una fuerza desesperada de la naturaleza, Barbara grita: Centinela, estamos aplastados y humillados: ¿cuándo serán reconocidos los derechos de los pueblos indígenas y de nuestras economías distintas? ¿Cuándo serán nuestras antiguas y nobles culturas respetadas e incluso imitadas? Esta noche dura siglos: ¿cuándo acabará? –
Centinela, ¿cuánto debemos esperar para una economía más fraterna, inclusiva e igualitaria? ¿Cuándo se transformará la economía que mata en economía de la vida? recalca palabra por palabra Rebeca, y Javier continúa: Centinela, ¿cuándo será vencida la miseria? ¿Cuándo podrán todos los niños crecer en un mundo que les permita vivir la vida que quieren vivir? Al final, Erjon – con sus ojos de futuro – dice: ¡El hombre no es su error! Hemos cometido errores, pero también nosotros tenemos derecho al futuro, a la esperanza. ¿Cuánto falta? ¿Cuándo será reconocido nuestro trabajo como verdadero trabajo? ¿Cuándo se convertirán las cárceles en lugares plenamente humanos? Shomer ¿ma mi-llailah?
Arriba, en su puesto de vigía, la centinela acoge cada pregunta como una bofetada, que le recuerda su oficio, y repite: ¡La mañana viene, pero aún es de noche! Si queréis preguntar, preguntad, volved y preguntad de nuevo. No os canséis. Yo soy el que está.
¿Por qué un profeta? ¿Por qué Isaías? ¿por qué el canto del centinela?
Las palabras del profeta Isaías son una gran enseñanza sobre la profecía de ayer y de hoy. Una de las imágenes más bellas y universales de la vocación humana. Este canto es muchas cosas a la vez: es la oración de la espera y de la esperanza en el tiempo de la noche. De la espera y la esperanza en Dios, el amigo, en el paraíso, la justicia y la paz. El profeta es centinela de la noche. Habita la noche, como todos, ignorante del tiempo de la aurora. Conoce la noche, ese es su tiempo, y no da respuestas que no puede dar. El profeta es “el que está”: permanece fiel en su puesto de vigía nocturno. Y allí espera, cree, no sabe, como todos, con todos. Pero dialoga con los que pasan. Habla con los viandantes de la noche, que preguntan: Shomer ¿ma mi-llailah? Centinela, ¿cuánto queda de la noche? Y responde: ¡la mañana viene, pero aún es de noche! Si queréis preguntar, preguntad, volved y preguntad de nuevo. No puede dar respuestas que no tiene, pero no se niega a escuchar las preguntas. No despide a los que preguntan porque no tenga respuestas que dar, sino que les invita a seguir preguntando, a volver, a regresar. Así pues, el profeta es el hombre y la mujer del diálogo nocturno; es el compañero y la compañera del tiempo de las preguntas sin respuesta, y por tanto de nuestro tiempo. Solo puede responder dando sus dos únicas certezas; que aún es de noche y que el alba vendrá. La esperanza profética no niega la noche y no niega el alba. Su fidelidad a la vocación consiste en saber estar, ignorante, entre la noche y el alba. Los profetas aman su tiempo dialogando con aquellos que preguntan y buscan respuestas – sin poder responder – haciéndose prójimos de los que preguntan, estando a su lado y escuchando: el primer “buen samaritano” de la Biblia son los profetas que, en silencio, se inclinan sobre las víctimas de la historia. Y mientras habitan esta noche dialogante, comienzan los primeros albores del día. No hay alba más hermosa que la que nos sorprende en compañía de los profetas.
Fidelidad a la vocación y diálogo: alma y método de la Economía de Francisco
La Economía de Francisco es economía profética, debe ser profecía – narran Giulia, Henrique y Lourdes. La centinela ha descendido y ha cedido su puesto a mil jóvenes soñadores concretos. Con lágrimas en los ojos, junto a sus amigos, han recibido la investidura: se han convertido en centinelas, han crecido como profetas. Cada uno de nosotros se ha sentido llamado por una voz y hoy aquí estamos, fieles a la voz que nos ha llamado. En este tiempo de cambio de época no siempre tenemos respuestas que dar, pero siempre podemos escuchar las preguntas de los jóvenes y de todos los que piden un mundo distinto, una economía distinta: la Economía de Francisco. No tenemos respuestas para todos los desafíos económicos de nuestro tiempo, pero todos podemos escuchar las preguntas de nuestros amigos, de las víctimas, de los niños, de la tierra, de los últimos: personas y realidades que hemos querido simbolizar en las personas que pasan con la linterna. La luz de la linterna es pequeña, pero suficiente para dar “el próximo paso”, que es el único que importa porque es el nuestro. A todos los que buscan una nueva economía les decimos: la mañana viene, pero aún es de noche. Si queréis preguntar, preguntad, volved y preguntad de nuevo. No os canséis. Yo soy el que está. Nosotros somos las mujeres y los hombres de la escucha y el diálogo.
En esos minutos, los presentes han habitado un trozo de cielo, un espacio denso, libre y liberado, que ha acogido como en la palma de la mano emociones y energías universales, una caja de resonancia donde poder oír la sutil voz del silencio, que después ha estallado en un canto, imparable.
Shomer ma mi-llailah? (de Francesco Guccini)
[…] Caerán los siglos, los dioses y las diosas, caerán torres, caerán reinos. Y quedarán de los hombres y de las ideas polvo y señales, pero ahora comprendo mi incomprensión, que no habrá respuesta, que la respuesta sobre el futuro está en una voz que preguntará Shomer ma mi-llailah, shomer ma mi-lell, shomer ma mi-llailah, ma mi-lell