Más allá del mercado - "El mundo no cambiará si no cambia la economía y no se hace un pacto con los jóvenes".
Luigino Bruni
Publicado en Città Nuova junio de 2019
El primero de mayo, el Papa Francisco convocó a los jóvenes economistas a Asís (26-28 de marzo de 2020), para reflexionar y trabajar sobre la Oeconomy of Francesco – Francisco de Asís y el Papa Francisco. Su propuesta consiste en establecer con los jóvenes un “pacto” para cambiar la economía actual y darle un alma a la economía de mañana.
En lugar de dirigirse solo o principalmente a los directivos de bancos, empresas e instituciones económicas, generalmente cercanos a la edad de jubilación, el Papa propone a los jóvenes un pacto para comenzar de inmediato a cambiar la economía de mañana.
En el encuentro participarán centenares de jóvenes de todo el mundo, estudiantes de master y doctorado y jóvenes empresarios. De Asís podría salir un movimiento de jóvenes economistas que se encuentren periódicamente y crezcan juntos en el Espíritu de Francisco.
El binomio “Asís y economía” podría parecer paradójico, ya que San Francisco eligió una pobreza radical que hoy, frente a los paradigmas actuales, se presenta como la anti-economía por excelencia. En realidad, Francisco de Asís fue el punto de partida para otra economía. Los franciscanos fueron los primeros economistas de Europa. Escribieron los primeros tratados de economía en los siglos XIII y XIV. De los franciscanos nacieron los primeros bancos modernos, los Montes de Piedad, a mediados del siglo XV. A partir de la pobreza elegida, ellos imaginaron una economía del dar y el compartir para reducir el número de personas que no eligen la pobreza, sino que la padecen.
¿Por qué los jóvenes? El movimiento ecológico de Greta ha reunido, en torno a las grandes cuestiones ambientales, a adolescentes de todo el mundo. Por otro lado está la política de los mayores, que tienen en sus manos las riendas de la economía mundial. Pero falta el anillo intermedio, es decir jóvenes entre 25 y 35 años que se están asomando al mundo de la economía con la perspectiva de convertirse en sus protagonistas – como estudiosos, profesores, banqueros, empresarios… – pero ahora están completamente excluidos de los grandes debates. Para Francisco los jóvenes no son el futuro sino el presente. Los jóvenes ya están dentro del cambio. El futuro es lo que ya estamos viendo. Un futuro de crecientes desigualdades, que causan distintas formas de insatisfacción, que van desde los chalecos amarillos hasta el terrorismo pasando por un planeta insostenible. Este es el cuadro y ya está aquí. Este es también el mensaje de fondo que está difundiendo Greta.
Si el Papa se dirige a los jóvenes, quiere decir que ha visto en ellos un potencial. Ya lo dijo en su primera carta Evangelii Gaudium: el tiempo es superior al espacio, y por tanto hay que saber activar procesos y no ocupar posiciones de poder. Invitar a los jóvenes significa decir concretamente que el tiempo es superior al espacio, porque el primer patrimonio de los jóvenes es el tiempo.
Poner a los jóvenes en el centro significa activar procesos, porque el joven es la imagen por excelencia de un proceso. La economía, la tierra y los jóvenes, tres prioridades de este papa, se encontrarán en Asís. Este triálogo es la primera y principal novedad de este evento, que se presenta verdaderamente como algo extraordinario y profético. En la Biblia una imagen fuerte de la profecía es un niño (el Emanuel de Isaías).
El mundo no cambiará si no cambia la economía y si no se hace un pacto con los jóvenes. El Papa Francisco así lo ha entendido y ha actuado. Ha pedido a algunas instituciones y movimientos – Diócesis de Asís, Ciudad de Asís, Instituto Seráfico y Economía de Comunión – que le ayuden a concretar su sueño. Ahora les toca responder a los jóvenes economistas. Y a todos nosotros nos toca difundir la invitación y acompañar a los jóvenes hacia Asís. “Francisco, ve y reconstruye mi casa” son las palabras que escuchó Francisco en San Damián. Ochocientos años después, otro Francisco pide a los jóvenes que le ayuden a reconstruir la casa común, amenazada por un sistema económico que no es capaz de custodiar la casa recibida en herencia.