Con el comentario de Luigino Bruni sobre el Evangelio de Navidad para Famiglia Cristiana, el personal de EdC les desea una Santa Navidad de paz y serenidad.
Original publicado en Famiglia Cristiana el 24/12/2020
A todos los que lo recibieron, les dio poder para convertirse en hijos de Dios: a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan 1:1-18
En un inicio era el Logos, la Palabra. Logos es una importante y muy rica palabra griega, pero para entender su significado no debemos pensar en la filosofía griega, sino en lo que era la Palabra en el mundo judío. En el humanismo bíblico la Palabra era, prácticamente, todo. Para intuir esto deberíamos ser amigos de la Biblia, conciudadanos de sus muchos habitantes. La Biblia es el humanismo de la Palabra. Hoy en día queda un fuerte rastro de ello en la liturgia y en los sacramentos cristianos, cuando la realidad de las cosas cambia al decir palabras.
En la Biblia, Dios - YHWH - era Palabra, era 'una voz'. "A Dios nadie lo ha visto", pero algunos lo han oído, han escuchado su voz. Los patriarcas, Moisés, los profetas lo escucharon. Y nos lo dijeron. Un día esa antigua y maravillosa voz se convirtió en un niño. De esto se trata la Navidad: creer que en ese niño están Adán, Abel, Noé y Abraham y sus pactos, Job, sus hijos y Raquel, Moisés y la Ley de las palabras, David, Tamar, y luego todos los profetas, las "citas de Dios", hasta Juan. Y con ellos están también Caín, Agar e Ismael, los hermanos de José, Saúl, Urías el hitita, Jezabel. Jesús es el verdadero hombre, así como el verdadero Dios, porque esa Palabra-Verbo-Logos hecha carne es la palabra de Dios hablada con palabras humanas, con todas las palabras humanas.
La fe nos dice que Jesús no conoció el pecado, pero los evangelios nos dicen que conocía las limitaciones y emociones de los hombres, como nosotros. Sufrió sed, lloró, se conmovió, se indignó, sintió los sentimientos de la amistad, gritó por el abandono. Jesús puede salvarnos a todos porque en su carne está todo el Verbo.
Durante siglos todas las misas terminaban con la recitación del prólogo del evangelio de Juan. Es quizás el texto más teológico de todos los evangelios, pero ha acompañado la piedad popular diaria del pueblo cristiano. Porque si luchamos por entender el misterio de la Santísima Trinidad y la Encarnación, todos podemos entender, como hombres y mujeres, que la palabra se ha hecho carne. Porque la palabra es carne, es sangre y hueso. Sólo la "palabra" de los ídolos es vanitad, viento y humo. La palabra de los vivos es cuerpo, y la palabra del Dios de los vivos incide en la carne, nos transforma y transforma la historia.
La palabra "hacerse carne" nos dice lo que es el cuerpo en el cristianismo. Tiene un valor y una dignidad infinita. Todo cuerpo, sano y enfermo, joven y viejo, tiene en él un pedazo de la Trinidad, también está hecho de cielo. Toda la Biblia tiene en alta estima nuestra carne. El primer signo del pacto entre Dios y Abraham es la circuncisión de la carne. Los profetas, todos ellos, hablan con todo su cuerpo, dicen "oráculo del Señor" no sólo con su boca sino con toda su carne.
En esa noche santa y única, el Verbo se hizo carne porque, de alguna manera, ya lo era. Y así siguió hasta el final, clavado en una cruz, resucitado con los estigmas de la pasión. Y el Verbo se hizo carne y puso su tienda entre nosotros. Feliz Navidad.
Créditos de la foto: Enrica Bruneri