La tierra del nosotros/5 - Alma de la economía civil, el abad Antonio Genovesi fue perseguido por sus ideas.
Luigino Bruni
Publicado en Avvenire el 21/10/2023
Los debates en torno a la usura, que han acompañado muchos siglos de historia europea, son la punta de un iceberg profundo y vasto, relacionado directamente con el bien común, los pobres y la justicia social. No era, ni es, un asunto exclusivo de los especialistas en finanzas o en ética económica, sino el corazón del pacto social y, por tanto, de la vida y la supervivencia de las comunidades. Por eso no debe sorprender que no sólo los economistas y los teólogos hayan escrito siempre sobre la usura, sino también los filósofos, los hombres de letras y los humanistas.
La Reforma de Lutero, y la consiguiente Contrarreforma católica, también influyeron mucho en la ética económica y en las actitudes respecto a la usura. Los teólogos y predicadores católicos de la segunda mitad del siglo XVI, muy preocupados, y a veces aterrorizados por los efectos nefastos de la libertad de conciencia individual no mediada por la autoridad eclesiástica, establecieron un sistema capilar de control de todas las acciones éticamente sensibles, entre ellas las relacionadas a la economía y a las finanzas. Y así, más o menos intencionadamente, la doctrina sobre la usura (y sobre la libre empresa y los beneficios en general) retrocedió al menos cuatro siglos. Olvidaron las reflexiones de los maestros franciscanos y devolvieron el tenor y el nivel de los debates y las prohibiciones sobre intereses y beneficios a los que se leían en los tratados de finales del primer milenio.
La mitad del siglo XVIII conoció una nueva edad de oro de la ética económica. Autores como Muratori o Genovesi retomaron el debate sobre los beneficios, el dinero y el interés, ahí donde lo había dejado el humanismo civil, y escribieron hermosas páginas. No olvidaron los daños de la usura, de hecho los estudiaron y los combatieron, pero no olvidaron la esencialidad del crédito para una nueva sociedad finalmente libre de las ataduras del feudalismo. Y nació la Economía Civil, uno de los capítulos más luminosos de la historia italiana y europea, y el abad Genovesi fue su alma.
Antonio Genovesi fue primero teólogo y luego economista. No tuvo una vida fácil con la Iglesia de su tiempo, que le quitó la cátedra de teología (1745) aconsejándole que pasara a la cátedra de ética. Recibió denuncias de ateísmo y de herejía, fue muy querido por los estudiantes y por la gente, pero "fue perseguido ferozmente, incluso después de su muerte, y para evitar males mayores fue prudente enterrarlo en secreto, sin lápida y con la piadosa 'complicidad' de los capuchinos de Sant'Efremo Nuovo" (Lina Sansone Vagni, Studi e Ricerche Francescane 23, 1994). Sus Lecciones de economía civil fueron inscritas en el Índice por decreto de 23.6.1817. En su autobiografía escribió: "Yo, que había empezado a hastiarme de estas intrigas teológicas y que empezaba a sentirme horrorizado por estudios tan turbulentos y a menudo sangrientos, hice algo más: retomé mis manuscritos y resolví definitivamente no pensar más en esos temas (Autobiografía, Cartas y otros escritos, p. 22).
Las grandes dificultades teológicas que encontró Genovesi lo llevaron a convertirse en economista, y a ser el primero en ocupar una cátedra de Economía. Enseñando, estudiando y viajando por el reino de Nápoles, escribió importantes páginas sobre la usura y el dinero, donde sus conocimientos teológicos y bíblicos fueron cruciales. Su sufrida carrera académica, forzosamente híbrida, generó páginas estupendas. Veamos algunas.
Genovesi conoce bien, como teólogo, las objeciones filosóficas y teológicas al pago de intereses sobre el dinero - usura o interés, que sin embargo él distingue (Conferencias, Vol. II, cap. 13, §1) -, pero sabe que estas prohibiciones abstractas habían complicado la vida a los comerciantes honrados y habían creado una cultura católica hipócrita, en la que nadie podía prestar pero todos prestaban y pedían prestado. De ahí su lucha tenaz y libre para desenmascarar estas hipocresías y modernizar a su pueblo en Nápoles.
La obra capital teórica y retórica sobre la usura y el crédito la encontramos cuando polemiza con los teólogos, a los que él llama "mis enemigos": "Dos dificultades nos plantean, pues, los teólogos. 1) Que la doctrina de la usura repugna a las doctrinas bíblicas. 2) Que se opone a la autoridad de los padres y de los teólogos". Sobre la segunda dificultad remite "a la docta obra del difunto marqués Maffei", donde se demuestra que “no es cierto, pues, que los padres y teólogos hayan sido todos de este sentir, siempre que se sepa exponer el estado de la cuestión" (§XIX). Y luego se enfrenta directamente a los teólogos, con un estilo maravilloso: "Quisiera estar en uno de esos concilios con los doctísimos y santísimos padres y hacerles dos preguntas. 1. Si uno, que no tiene necesidad, me pide un beneficio por puro lujo, por deleite, por codicia de riquezas, ¿estoy yo, padres, obligado a prestárselo? 2. Y si yo tengo necesidad, y no puedo vivir haciendo valer lo mío, ¿puedo decirle a este hombre : hermano, ayudémonos mutuamente; yo te haré el bien con mis cosas, pero tú me darás a cambio el precio corriente del préstamo; puedo, digo yo, hacerle justamente esta pregunta? Hasta que no escuche la respuesta del concilio a mis dos preguntas, doy por hecho que ni los padres ni los teólogos estuvieron nunca en contra de la usura en los términos de nuestra pregunta" (§XIX). Al leer la calidad de estos viejos debates aumenta la tristeza frente la "calidad" de nuestros talks shows.
Luego prosigue y entra en el terreno de la exégesis bíblica, mostrándonos a un Genovesi alumno de Erasmo y sobre todo de Muratori, verdaderos pioneros del estudio libre y científico de las Escrituras, que, como veremos, llega incluso a rectificar las traducciones oficiales de los Evangelios: "Empecemos por el Antiguo Testamento. La ley de Moisés en el Deuteronomio (23:20) es: "Non foeneraberis fratri tuo pauperi; foeneraberis alienigeno" (no darás prestado a tu hermano pobre, prestarás al extranjero). Expongamos esta ley. 1. El dio o dejó el derecho de dar usura a los que no eran judíos (esto es el 'alienigeno' o 'extranjero')'. Y de aquí concluye magistralmente: "Por lo tanto no consideraba la usura como contraria al jus y a la ley de la naturaleza. Dios no anula la ley de la naturaleza, porque Dios no puede anularse ni negarse a sí mismo. 2. Él prohíbe prestar a usura a su hermano (judío) pobre' (§20).
Y así formula su teoría general sobre el préstamo y la usura: "Así, la proposición principal es: tú tienes derecho a dar a usura a tus hermanos; la excepción: siempre que no sean pobres." (§20). Esta es su única solución: la Biblia prohíbe el interés aplicado a los préstamos a los pobres, pero no lo condena en general.
Después de refutar a sus críticos que citaban el Antiguo Testamento para negar los intereses, pasa al Nuevo Testamento. En primer lugar, hace una operación muy actual y muy correcta: lee el evangelio junto con toda la Biblia hebrea. Así, la famosa frase de Lucas sobre prestar sin pedir intereses (Lc 6,35), que los teólogos usaban para condenar cualquier interés, Genovesi la ubica dentro del discurso que acaba de hacer sobre el libro del Deuteronomio y, por tanto, en el contexto de la prohibición de prestar con intereses a los pobres. Genovesi parafrasea a Lucas 6:35 ss. y nos ofrece su propia y fascinante traducción: '"No hacéis el bien -dice- sino a aquellos de quienes esperáis retorno. Vuestro principio es, pues, que no se ha de hacer lo que no nos renta. Una máxima infame que subvierte a la humanidad. Todos los bribones, los malvados, los codiciosos, los ladrones, hacen lo mismo. ¿A qué se reducirá, pues, la gracia que os es debida? ¿Qué gratitud por ello merecéis de Dios? Ved estos publicanos, que prestan a aquellos de quienes esperan más dinero; ¿en qué os distinguiréis de ellos, si también hacéis a los pobres estos beneficios seductores para haceros con sus bienes? Si queréis ser justos y virtuosos, como lo exige el Altísimo, y pretendéis ser llamados hijos suyos, amad también a vuestros enemigos, hacedles el bien: prestad sin defraudar la esperanza que los necesitados y los pobres tuvieron en vuestra generosidad, y sin llevarlos a la desesperación". (§21).
Y ahora viene su verdadero golpe de genio (y de cultura). Como maestro del griego y del latín, Genovesi da a sus colegas teólogos una lección que sigue siendo actual y sobre la que vale la pena meditar. Veamos cómo: "Este precepto se ajusta, pues, a la primera parte de la ley del Deuteronomio. ¿No hay nada a favor de nuestros teólogos?" (§21). Genovesi, sin embargo, se da cuenta de que ha hecho una traducción con algún elemento de libertad que puede parecer intruso, a saber, su discurso sobre los pobres y necesitados. Y escribe: "Pero expliquemos algunas palabras que he puesto en mi paráfrasis, y que quienes lean las versiones considerarán intrusas. He dicho al principio que Jesucristo habla de los necesitados y de los pobres, lo que no está expresado en el precepto" (§22). Genovesi sostiene que la referencia de la prohibición se dirige a los pobres porque tal es el contraste original en el Deuteronomio (que Lucas cita implícitamente), y porque, añadiría yo, estas palabras vienen después del discurso de las Bienaventuranzas que se abre con "bienaventurados los pobres" (6,20). Nótese que el texto latino de la Biblia (la Vulgata) en ese pasaje de Lucas tenía la palabra 'indiget', es decir, 'necesitado', 'indigente', palabra que, sin embargo, la traducción italiana omite.
Pero la parte más bonita y verdaderamente conmovedora de su valiente e innovadora exégesis se refiere a la palabra esperanza. Las traducciones corrientes, empezando por la Vulgata latina, traducen apelpizo (la palabra griega en Lucas) como 'sin esperar nada a cambio'. Genovesi hace en cambio otra traducción, que aquí cito íntegramente: 'He puesto: sin defraudar la esperanza que los necesitados y los pobres tuvieron en vuestra generosidad, y sin llevarlos a la desesperación, porque, aunque los compiladores de las variantes del Nuevo Testamento lo hayan omitido, ciertos críticos sagrados han observado que απελπιξω (apelpizo), al ser acusativo masculino, debe ser tomado en sentido activo, es decir, para no hacerlos desesperar, con una fuerza que ha sido usada por muchos de los mejores escritores griegos". Y por eso propone también corregir la versión de Jerónimo (que aquí reza 'nihil inde sperantes': prestar sin esperar nada): "La versión latina podría haber sido: “mutuum date, neminem desperare facientes" (§22), es decir: ¡prestar, sin desesperar a nadie! Por eso Genovesi concluye su razonamiento con estas palabras: "Porque en este precepto se habla manifiestamente de prestar a los pobres y porque es más conforme con el texto, leer el verbo apelpizo en el sentido de no reducir a nadie a la desesperación" (§22). ¡Estupendo! Cuando hace muchos años empecé a estudiar y a escribir sobre economía, sobre ética y finalmente sobre la Biblia, esperaba el día en que pudiese encontrar, comprender, disfrutar y hacer disfrutar a los demás una página como esta de Genovesi, difícil y a la vez bellísima. Quizá su exégesis bíblica no sea la mejor ni la única, pero su exégesis económica de esos pasajes bíblicos sigue siendo insuperable y llena de esperanza civil.
La usura es un gran mal social porque reduce a las personas, a los pobres, a la desesperación. Es la desesperación de los pobres la primera medida de nuestra usura, desde la de algunos bancos hasta la de una civilización irresponsable que saquea la tierra y arroja a sus hijos y nietos a la desesperación.