Feliz cumpleaños, Chiara. Hoy habrías cumplido 100 años. Recuerdo muchos cumpleaños celebrados contigo, siempre sencillos, modestos y discretos. Como tú, que preferías el encuentro de corazón a corazón a las multitudes y a las conferencias. El encuentro contigo y con tu “Ideal” (¡qué palabra más bella!) ha sido el más importante de mi vida. Entonces yo tenía 15 años, y pude “ver” y “tocar” el infinito. No encontré un movimiento, sino que oí una voz que me llamaba por mi nombre, y la reconocí como la voz más verdadera, como la parte más bella de mí mismo. Ya estaba dentro de mí, y la reconocí. Entonces empecé a correr y desde entonces no he parado. Tuve la gracia de trabajar a tu lado los últimos diez años de tu vida, para dar, con muchos amigos, dignidad científica a tu Economía de Comunión, y para estudiar la espiritualidad de comunión en la Escuela Abba. Fueron regalos estupendos, totalmente inmerecidos como son todos los regalos grandes. Hoy me quedan como herencia tres palabras tuyas.
- Vocación: Viéndote a ti, estaba muy claro que la vida tiene sentido y es hermosa si se vive como vocación y, por tanto, como tarea y seguimiento. No elegimos nacer. Tampoco los encuentros más importantes. No elegimos la vocación, pero cuando llega debemos decir: “heme aquí”, y no dejar de repetirlo cada día, porque cuando se empieza a resucitar no hay que detenerse.
- Jesús abandonado: Es la síntesis de tu espiritualidad y un don para la humanidad, cuyo significado (que todavía está por descubrir plenamente) más eficaz lo expresó Piero Pasolini cuando dijo: “Dios está donde no está”. Es una intuición maravillosa, insospechada, inédita, que, en un mundo como el nuestro, podría enseñarnos a encontrar a Dios donde nadie lo imagina. Laicidad infinita, universalidad, belleza.
- Vida: Eras una enamorada de la vida. Te gustaba todo, te encantaba todo lo que era vida, y en todo lo que estaba vivo encontrabas el Espíritu. Si todo es grande en la tierra, la vida es lo más grande. Por eso solo te apasionaban el presente y el futuro, donde sentías el pulso vital. Este amor loco por la vida me lo has dejado en herencia.
Hoy podemos celebrarte viviendo y amando la vida. Como tú. Encontrando a Dios donde no está. Repitiendo una vez más: Heme aquí.
¡Feliz cumpleaños, Chiara! Y gracias.
Siempre tuyo, Luigino.