La coordinadora de la Red brasileña de investigación sobre la economía de comunión, Andreza Lucas, explica los múltiples rostros de la vulnerabilidad.
Andreza Lucas.
fuente: edc Brasil
“Todos somos ricos y todos somos pobres”. A primera vista, esta afirmación puede resultar extraña para algunos. Pero ¿cuántas veces nos topamos con ambientes donde abundan los bienes pero faltan las sonrisas? ¿Y cuántas veces nos encontramos con personas con grandes dificultades materiales, pero con un brillo en los ojos que transforma nuestra jornada? ¿Cuántas veces vemos, junto a algún progreso material, un retroceso relacional? Con estas tres sencillas preguntas podemos darnos cuenta de que, aunque la pobreza material existe y es una cuestión central en el debate sobre la pobreza, no es la única. A menudo la atención única a la riqueza material hace que nos olvidemos e incluso perdamos muchas otras riquezas. Además, a veces un proyecto encaminado a sacar a las personas de la pobreza monetaria, aunque esté bien intencionado y estructurado, fracasa precisamente por tomar en consideración solamente la pobreza como falta de renta.
Según el economista Luca Crivelli, la comunión es probablemente el tema más ausente del debate contemporáneo sobre pobreza, riqueza y bienestar. La comunión se basa en la libertad, en el reconocimiento de la igual dignidad de todas las personas y en la fraternidad. Fraternidad en sentido universal, que no se encierra dentro de sus límites, sino que considera que todos somos miembros de una única comunidad global.
La pobreza no es solo una condición individual, sino también y sobre todo el resultado de un conjunto de relaciones malsanas, que solo pueden sanar profundamente mediante la reciprocidad. Es un fenómeno multidimensional causado por la ausencia o la insuficiencia de bienes capitales tales como: capital humano, capital psicofísico, capital relacional, capital social y capital espiritual, entre otros. Según el economista Amartya Sen, la pobreza genera un intolerable desperdicio de talentos, significa no tener la posibilidad de desarrollar el potencial de cada uno.
Una visión superficial de la pobreza conduce a conclusiones equivocadas cargadas de juicios, tales como: falta de talento, incompetencia, irresponsabilidad o falta de carácter y cultura. El economista Luigino Bruni enfatiza que tanto en el mundo antiguo como en el moderno se están construyendo nuevas y cada vez más sofisticadas ideologías para acallar a las personas que viven en situaciones de vulnerabilidad, para evitar que se vean, para convencernos a nosotros y a ellas mismas de que son culpables y merecen su triste suerte.
El profesor Majid Rahnema ha realizado un profundo estudio sobre la semántica de la pobreza, reconociendo varios arquetipos, de los que destacamos cuatro. El primero de ellos, la pobreza convivial, es un estilo de vida que puede proteger a las personas en situación de pobreza del peligro de caer en la indigencia. Cuando existe una sólida vida comunitaria, incluso en tiempos de gran penuria, las personas que cuentan con pocos recursos ponen a disposición lo que tienen con quienes tienen aún menos, de forma que todos alcanzan lo mínimo necesario para garantizar su existencia.
Un segundo arquetipo de pobreza, la pobreza voluntaria, se refiere sobre todo a la condición en que viven hombres y mujeres fuera de lo ordinario, que eligen voluntariamente la pobreza como medio de liberación de los bienes que crean dependencia, para ser libres de servir a la humanidad. Ejemplos emblemáticos de esto son Sor Dulce de Bahía, Francisco de Asís y Madre Teresa de Calcuta. Sin embargo, este arquetipo de pobreza también puede observarse en muchas personas que realizan elecciones de consumo sobrio en su vida cotidiana, que se inspiran en las plantas que toman de la tierra solo lo necesario para su desarrollo.
El tercer arquetipo es la "pobreza modernizada", una forma degenerada de pobreza que ha surgido después de la revolución industrial en el contexto de la economía de mercado. En esta forma de pobreza completamente nueva, las “carencias” percibidas por los individuos están sistemáticamente producidas por una economía cuya prosperidad depende de un aumento constante del número de consumidores, que suele originar consumidores compulsivos. Los telediarios brasileños a menudo dan cifras sobre las tasas de endeudamiento. Muchas personas han caído en esta trampa para adquirir bienes de primera necesidad, pero muchas otras se han visto empujadas a consumir más de lo necesario. Esto puede estar relacionado con la ausencia de toros tipos de capital, como el capital relacional (si el bien es visto como una forma de pertenencia a un grupo), o capital humano (si se trata de una falta de educación financiera), etc.
Completamente distinta es la cuarta (decididamente la más grave) forma de pobreza, llamada indigencia. Los hombres y las mujeres están dotados de una energía vital con la que pueden contar en los momentos de dificultad (los psicólogos la llaman resiliencia). Solo cuando nos encontramos en medio de una crisis profunda descubrimos dentro de nosotros recursos desconocidos que nos hacen capaces de superar sufrimientos que, antes de vivirlos, nos parecían insoportables. La pérdida de esta capacidad (junto con la pérdida de la red de seguridad proporcionada por la pobreza convivial) puede llevar a las personas vulnerables a caer en la indigencia y en la miseria.
Se puede notar que estos arquetipos de pobreza están fuertemente relacionados entre sí. Mientras que en contextos de pobreza convivial, la fuerza de la comunidad se revela como un gran recurso que protege a todos de caer en la miseria, a menudo entre personas de la llamada clase media, la búsqueda de una red de apoyo que permita que los niños tengan un desarrollo sano y los ancianos un consuelo en los momentos de mayor dificultad, es un gran reto. El consumo sobrio, definido aquí como pobreza voluntaria, es un potente antídoto para escapar de la pobreza modernizada.
Esta breve reflexión pone de relieve cómo el proceso de superación de las vulnerabilidades implica antes que nada un proceso de descubrimiento de la riqueza y del potencial individual y comunitario. Reflexiones como esta inspiran iniciativas como la campaña de crowdfunding Comunhão e Ação. Coordinada por la Economía de Comunión de Brasil, la campaña de este año lleva por título "Porque somos comunidad, sembramos una nueva historia". El objetivo consiste en desarrollar una serie de proyectos basados en la reciprocidad, en los que cada participante desempeña un papel activo, y sobre el florecimiento humano, de forma que cada persona vinculada al proyecto pueda descubrir sus riquezas individuales y comunitarias, a menudo escondidas por las dificultades que aparecen a lo largo de la vida.
incontrate nel corso della vita.