Bruni Luigino, Crivelli Luca
Introducción al número de Empresa Social sobre Economía de Comunión
publicado en Impresa Sociale - n. 3-2009
1. Uno de los mensajes más fuertes y claros que nos llegan en estos tiempos de crisis es que el capitalismo basado únicamente en los intereses y en las “pasiones tristes” es insuficiente tanto desde el punto de vista económico como ético. La economía de mercado, si queremos que siga dando frutos de civilización, necesita un suplemento de humanidad. Necesita una refundación antropológica y moral que la haga evolucionar hacia algo distinto, hacia un sistema más adecuado para las personas, sin tener que renunciar a los valores y a las conquistas del mercado en términos de libertad individual y de igualdad.
Este número [de Impresa Sociale] está dedicado a la experiencia de la Economía de Comunión (EdC), que los lectores tendrán oportunidad de conocer en un doble aspecto: como proyecto de emprendimiento social en el que participan unas 750 empresas y como propuesta, más articulada y universal, de acción económica solidaria y relacional.
Introducción de Luigino Bruni y Luca Crivelli (en español)
La chispa inspiradora del proyecto saltó en mayo de 1991 en Brasil, con ocasión de un viaje de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, a la comunidad de Sao Paulo. Pero tiene raíces más profundas: en la historia de los primeros tiempos de los Focolares en Trento, durante la segunda guerra mundial; en el carisma franciscano del que Chiara Lubich obtuvo sus primeras inspiraciones (e incluso su nombre nuevo como terciaria, ya que su nombre de pila era Silvia); y en la tradición cooperativa de Trento, en la que Chiara creció y se formó.
En aquel viaje a Brasil ocurrió algo nuevo, aunque tal novedad hay que interpretarla en continuidad con la historia de los Focolares en Brasil que, como muchos otros movimientos, llevaba décadas buscando respuesta a las abismales diferencias económicas y sociales de ese gran país. A la vista de una ciudad que mostraba las contradicciones típicas de nuestro sistema de desarrollo, con rascacielos rodeados de barracas (favelas), Chiara sintió con fuerza la urgencia de hacer algo más y algo distinto para tratar de alcanzar una economía y un mundo más fraternos. Con la concreción típica de las mujeres y de las personas espirituales, Chiara, en lugar de crear un centro de estudios para reflexionar sobre los motivos de la pobreza en el mundo, lanzó una invitación inmediata a los miembros de su movimiento para que pusieran en marcha empresas cuya principal razón de ser fuera la de contribuir con su propia actividad a reducir la pobreza de los brasileños y no sólo de ellos. La propuesta fue acogida con gran entusiasmo y generosidad por todo el Movimiento de los Focolares. En poco tiempo surgieron nuevas empresa, otras que ya existían se transformaron, y la propuesta de aquello que desde el principio se llamó Economía de Comunión en la Libertad fue acogida por empresarios de otros países del mundo.
La EdC es hoy uno de los caminos concretos que se abren para las personas que quieran, aquí y ahora, concebir y vivir la vida económica como un lugar para la reciprocidad y la fraternidad.
Pero hay que aclarar antes que nada un posible malentendido: la EdC no surge para hacer que las empresas sean más éticas o socialmente más responsables, sino para contribuir de manera concreta a la realización de un mundo más justo, en el que haya menos personas obligadas a vivir en condiciones de miseria. La EdC nace del pesar y la indignación que produce el modelo actual de desarrollo o de capitalismo.
La primera idea de la EdC consistió en ver a la empresa como una “agencia productora de riqueza” (beneficios) y de puestos de trabajo, dos elementos considerados como medios para luchar contra la pobreza y la miseria. Como respuesta ante la injusta distribución de la riqueza y de las oportunidades, la EdC se dirigió y se dirige en primer lugar a las empresas, antes que a la política o a las organizaciones no gubernamentales. Por eso, como veremos (sobre todo en el artículo de Crivelli y Gui, con el que no por causalidad se inicia este ejemplar), la EdC no encaja ni en el sector lucrativo (for-profit) ni en el no lucrativo (non-profit). Podríamos llamarlas empresas con proyecto (for-project), un término que recuerda a las empresas “guiadas por un objetivo” de las que habla Yunus en su libro “Un mundo sin pobreza”.
Por otra parte, la EdC no considera “buen empresario” únicamente al que crea riqueza, puestos de trabajo, paga sus impuestos y produce bienes y servicios de calidad (que no es poco), sino al que concibe su actividad como una contribución para lograr un mundo más humano, más fraterno y más unido, incluso mientras trabaja y opera en el mercado. Así pues, a los empresarios y a las empresas de la EdC se les pide mucho: producir riqueza de manera eficiente, compitiendo en los mercados globalizados de hoy; compartir esa riqueza dividiendo los beneficios obtenidos en tres partes (una para los pobres a través de proyectos de desarrollo, otra para la formación en la “cultura del dar” y la tercera para invertir en la propia empresa); dar vida a una comunidad empresarial inspirada en una fraternidad concreta y visible, en una “gestión de comunión”; crear y mantener parques empresariales que sean catalizadores de todo el movimiento EdC en una región o en un país; y hacerse promotores de iniciativas culturales para difundir la propuesta y la cultura de la EdC a todos los niveles. Pero los empresarios y los demás miembros de las empresas no están solos en esta tarea. También hay estudiantes, ciudadanos, expertos, políticos, artistas y pobres que son protagonistas del proyecto, ya que sin ellos el proyecto perdería su característica de ser, sí, un programa económico y empresarial pero también algo más y algo distinto. Desde el principio, fueron muchos los que se dieron cuenta de que la EdC no era solo un modo nuevo de entender la empresa o la “lucha contra la pobreza”, sino también una idea distinta del mercado y de la economía, entendidos como lugares privilegiados para vivir la reciprocidad y la gratuidad.
2. Esta obra se propone presentar la EdC desde distintos puntos de vista. Los nueve artículos que vienen a continuación no son fruto de una programación específica, basada en una división razonada del trabajo y en la asignación de una tarea concreta a cada uno de los autores. Son más bien un caleidoscopio, que forma un dibujo cuyo contorno cambia (dando lugar a nuevas figuras y juegos de colores) cada vez que el lector, al hojear las páginas de la revista, lo haga girar con sus propias manos.
Comienza con un artículo de Crivelli y Gui que analiza el proyecto EdC con la lupa de los distintos modelos de empresa social descritos en la literatura (norteamericana y europea) reciente sobre el tema. La EdC presenta muchos puntos de contacto con tres orientaciones principales (Social Enterprise School, Social Innovation School y modelo EMES), pero resulta evidente que no es posible asimilarla a ninguno de estos modelos. La conclusión del artículo parece legítima: nos encontramos ante “una nueva especie de la variada fauna de la economía social”, pero eso no quita que la comparación con los modelos existentes sea fuente de inspiración y de indicaciones concretas para quienes deberán definir la orientación del proyecto en el futuro.
El siguiente artículo presenta la EdC desde el punto de vista de América Latina, la tierra en la que se lanzó la primera semilla del proyecto y el contexto social y cultural (sobre todo Brasil y Argentina) en el que ha alcanzado un nivel de desarrollo más consolidado. Cristina Calvo pone de manifiesto las heridas y contradicciones de este continente, donde es más evidente que en ninguna otra parte el fracaso del sistema capitalista, pero también la fecundidad del diálogo entre la EdC y las distintas corrientes de la economía solidaria. En América Latina hay gran conciencia de la importancia de recuperar el patrimonio cultural de las poblaciones autóctonas. En palabras de Elinor Ostrom, premiada recientemente con el Nobel: recuperar el valor de las soluciones elaboradas por las comunidades que habitaban originariamente estas tierras para gestionar los recursos comunes.
Vittorio Pelligra presenta un lúcido análisis de la teoría de la justicia de John Rawls, considerada como la más sólida teoría contemporánea sobre la justicia social. Debido a su matriz contractualista, la teoría de Rawls ha sido objeto de críticas autorizadas (Nussbaum y Singer sobre todo), que han puesto al descubierto algunas contradicciones de fondo. Según el autor, la EdC puede representar una contribución original para encontrar una salida a dos problemas concretos: el de los excluidos y el de la justicia global.
El conocimiento de la experiencia concreta de muchas empresas de la EdC ha sido para Bruni y Smerilli un terreno fértil, en el que se han inspirado para elaborar un modelo teórico capaz de ofrecer indicaciones relevantes para todas las organizaciones con motivación ideal. Para salir adelante, estas organizaciones tienen que ser capaces de mantener en el tiempo la motivación intrínseca y la carga ideal (la vocación, en una palabra) de sus miembros. Por eso es fundamental que se preparen para hacer frente adecuadamente (gestionándolas) a situaciones críticas, evitando que las crisis (y la posible salida de miembros muy motivados) conduzcan a un deterioro del capital motivacional de los colaboradores, que podría causar una herida mortal a la propia organización.
La segunda parte recoge artículos de corte más empresarial y el estudio de dos casos. A lo largo de los últimos años se ha producido una importante reflexión interna sobre el impacto debe tener la orientación de las empresas hacia la comunión, aspecto que define su cultura e identidad, en la misión empresarial, en la estructura organizativa y en los instrumentos de gestión que se aplican en la empresa. Desde este punto de vista, las aportaciones de Parolin y Golin y de Giuseppe Argiolas representan una buena síntesis de la reflexión teórica y de las buenas prácticas del proyecto. Ambos artículos evidencian el esfuerzo por superar el isomorfismo organizativo propio de la empresa capitalista, acudiendo al patrimonio de experiencias de vida y pensamiento del Movimiento de los Focolares, para intentar una vía inédita, fruto de una mediación entre la espiritualidad de comunión y la puesta en práctica de soluciones operativas capaces de hacer experimentar la fraternidad en la empresa sin perjudicar su buen funcionamiento ni la eficacia de los procesos de toma de decisiones.
Los dos casos de estudio son muy distintos entre sí. El primero presenta la experiencia de un banco rural de Filipinas, desde el punto de vista de Teresa Ganzon (directora general de la institución). Nos parecía importante incluir en este número también la perspectiva asiática, para afirmar la globalidad y multiculturalidad del proyecto. En el artículo, traducido del inglés por la redacción de la revista, se relata la historia de este pequeño banco que ha sabido conjugar la pertenencia al proyecto EdC con la actividad de microcrédito, que en el contexto filipino se ha revelado como un instrumento muy eficaz para rescatar a muchos indigentes de las trampas de la pobreza.
El segundo caso de estudio se refiere al parque empresarial italiano inaugurado en 2006 en Burchio (Toscana). El artículo de Nicolò Bellanca, Renato Libanora y Enrico Testi es el resumen de un estudio encargado por Banca Popolare Etica para evaluar, de forma sistemática y neutral (mediante focus groups y análisis DAFO participativos), la experiencia del Polo Lionello como “distrito de la economía civil”. Así pues, se trata de una evaluación externa y muy valiosa por cuanto es garantía de una mirada lúcida y neutral, capaz de señalar los peligros que se esconden en el camino de formación de este distrito y de ofrecer posibles pistas para superar estos problemas.
La serie de artículos termina con una contribución de Luigino Bruni sobre el perfil del empresario orientado a la comunión. Remitiéndose al trabajo de Schumpeter sobre las virtudes del empresario y a las aportaciones posteriores de la economía civil, Bruni afirma que el empresario orientado a la comunión está llamado a vivir una vocación aún más compleja e incluso contradictoria, puesto que quiere mantener en equilibrio perspectivas aparentemente irreconciliables como la autonomía, el dinamismo y la propensión al riesgo, que le caracterizan como empresario, con las categorías de “responsabilidad” y de apertura a los demás en la toma de decisiones, sencillamente porque se siente llamado a generar en su empresa la experiencia de la comunión.
3. La EdC hoy, 18 años después de su lanzamiento, sigue creciendo, traspasando incluso las fronteras de los Focolares. Otras realidades eclesiales se están inspirando en la EdC a la hora de vivir su economía y también la sociedad civil (como el Estado del Cearà en Brasil) ve el proyecto con interés, como un paradigma que permite conjugar los valores del mercado con los de la solidaridad. Las empresas que participan en el proyecto son 750 (si nos atenemos al último censo de 2007) , de tamaño pequeño y mediano, concentradas sobre todo en Sudamérica y en Europa, pero con realidades significativas también en Estados Unidos y en Asia (sobre todo en Corea y Filipinas). La mayor parte de las empresas son de tipo tradicional, aunque no faltan experiencias significativas de empresas sociales (como el grupo de cooperativas sociales “Roberto Tassano” en Liguria y Toscana y la Asociación “Por todos”). En Italia, en 2001 se puso en marcha el parque empresarial Polo Lionello Bonfanti, cerca de Florencia (Loppiano). Está operativo desde 2006 con unas 20 empresas y ha marcado una etapa importante para el movimiento EdC en Italia y en toda Europa. En total hay siete parques empresariales ubicados en Sudamérica (Brasil y Argentina) y en Europa (Bélgica, Croacia e Italia).
Desde el principio el desarrollo de las empresas y de los parques empresariales ha estado acompañado por la reflexión teórica. Las primeras tesis universitarias se remontan a 1992 y muy pronto se empezaron a organizar congresos y seminarios. Hasta hoy se han discutido más de 300 tesis, algunas de ellas de doctorado. Es significativa, en este sentido, la referencia a la Economía de Comunión que se realiza en la encíclica Caritas in Veritate (nº 36) de Benedicto XVI.
La comunidad académica sigue con interés la evolución de la EdC, como puede verse en este mismo ejemplar. Si hoy se habla en la teoría económica de gratuidad, reciprocidad incondicional o fraternidad, se debe en parte al programa de investigación que se ha desarrollado en torno al proyecto EdC. Por este motivo, la EdC es también una visión de la economía en su conjunto, una propuesta de acción económica, un ethos, una cultura.
Para terminar, queremos dar las gracias a Carlo Borzaga y a Luca Fazzi, así como a Federica Silvestri y a la redacción de Empresa Social por haber tenido el valor de pedirnos que organizáramos este número único y por habernos concedido más de una prórroga en los plazos de entrega. Queremos agradecer especialmente a todos los autores de los artículos aquí publicados, que han aceptado la tarea de revisar y reelaborar varias veces el texto, así como a los participantes en el Forum. Nuestro deseo es que los lectores aprecien nuestro trabajo y que el mayor conocimiento de la EdC sea ocasión de enriquecimiento para todo el movimiento de la empresa social.