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Recuperar el sentido de trabajar en el campo social

El mundo de la economía social seguirá adelante si sabe ir hacia atrás, como en el rugby. Las raíces no son el pasado, sino el presente y el futuro.

Luigino Bruni

Original italiano publicado en Vita el 26/12/2019

En la economía social, los puestos de trabajo son un efecto del agua limpia. Cuando hay ideales, cuando las motivaciones son las adecuadas, los puestos de trabajo llegan, como las truchas al agua clara de los ríos. Para entender esta relación entre el trabajo y la vocación (el agua limpia) debemos desmarcarnos de la contraposición – surgida en contexto anglosajón a partir de la teoría de los dos reinos de Martín Lutero – entre un supuesto mundo “con” y un mundo “sin” ánimo de lucro. La historia italiana, por ejemplo, no es así. Está hecha de pequeñas y medianas empresas. El ánimo de lucro no describe el modelo italiano de empresa, nacido de un sistema mucho más mestizo, que viene de la gran tradición de la economía civil. No es difícil darse cuenta de que hay mucha más cercanía entre una empresa de diez empleados y una cooperativa, que entre esa empresa y una multinacional. Nuestro sector “no lucrativo” está formado por entes vinculados al territorio y a la historia, y tanto la cooperativa como la pequeña empresa lo están. En el sistema italiano, las empresas que teóricamente tienen ánimo de lucro tienen otras motivaciones además del beneficio. El trabajo y el sentido del trabajo hay que buscarlos en este modelo mestizo, más que en estériles contraposiciones.

Narrar el sentido del trabajo.

El tema del sentido del trabajo en el tercer sector está incluido dentro de este cuadro. Pero para dar un paso más debemos intentar replantear la cuestión del sentido desde una dimensión narrativa nueva. ¿Por qué la economía social italiana ha producido un verdadero milagro hasta hace pocos años? Sencillamente porque ha sido capaz de atraer vocaciones de gran calidad. No solo ha ofrecido “puestos” de trabajo, sino que también ha tenido en cuenta el sentido. El primer capital de la economía social italiana ha sido el capital humano. Y lo ha sido en un momento de crisis de la política. En los años 80, mientras la política perdía ideales, lo mejor de la juventud italiana se sentía atraída por la economía social. Los frutos están a la vista de todos.

Hemos tenido una cantidad enorme de excelencia ética y profesional, que ha entrado en el mundo de la economía civil y ha hecho milagros con su trabajo. La generación que inventó la cooperación social – convertida en un paradigma en muchos países del mundo – pudo hacerlo porque atraía vocaciones con ideales y talentos humanos. Muchísimas personas de calidad no fueron a la política, sino que se dedicaron a la sociedad civil. Su trabajo ha tenido sentido y ha dado sentido. Para buscar una analogía, deberíamos volver a la fase posterior al fascismo, cuando toda una generación de jóvenes con fuertes ideales se comprometió en la construcción política y civil. En los años 80 y 90 ocurrió algo parecido en el ámbito de la economía civil y social.

Si hoy no iniciamos una época parecida, atrayendo vocaciones verdaderas con motivaciones y talentos verdaderos (ambas cosas son coesenciales) y dando sentido al trabajo, no llegaremos a ninguna parte. Se da sentido al trabajo con motivación y competencia o, lo que es lo mismo, con excelencia profesional y humana. El mundo de la economía social es intensivo en capital humano y motivacional. La cuestión central del trabajo radica aquí: si no hay personas de calidad, no se innova ni se desarrolla la economía social.

Hoy cuesta atraer vocaciones. No podemos atraer vocaciones con una narrativa – de la empresa y del trabajo – de matriz anglosajona y capitalista. A nadie le atrae el clásico relato del sector “no lucrativo”. Lo que atrae es lo positivo, no lo negativo. El “no” no es generativo por naturaleza, mientras que este sector ha sido generativo y deberá seguir siéndolo si quiere subsistir. Para darle un nuevo significado al trabajo, debemos narrar de otra manera qué es el sector privado social y qué es la economía civil. Debemos hacerlo, porque la esperanza de reabrir una gran época en el que estén unidos el trabajo, la empresa, la vocación y los ideales pasa por contárselo de otra manera a los jóvenes. A los jóvenes les gustan muchas cosas, pero sobre todo les gustan las historias grandes, y están dispuestos a dar su vida para formar parte de ellas.

Un paradigma plural.

La segunda cosa que me gustaría decir es que debemos estar muy atentos a una de las almas de la reforma del tercer sector. No debemos emprender el camino de la homogeneización y de la homologación de la economía social con el paradigma económico dominante. Si la economía social se convierte en una forma de responder a necesidades distintas con la misma cultura empresarial, el desafío está perdido. El modelo anglosajón que dice business is business no puede pasar. Pero esta idea está entrando también en Italia. Este es el problema.

Antes bien, debemos recuperar una economía específica, la misma que proporcionó riqueza a muchos territorios en el siglo XX, con sus peculiaridades, sus calidades y sus capacidades para unir ideales y trabajo. Si conseguimos hacerlo, hay esperanza. Pero debemos salir del paradigma dominante, que desea transformar el sector no lucrativo en una empresa social, o sea en un cuerpo especial del mismo ejército. Debemos volver a nuestro verdadero paradigma, que es plural. La idea de que la economía es una no es verdadera. La economía social italiana ha mostrado que esta pluralidad da sentido y crea trabajo. El trabajo nace de las pasiones civiles. El trabajo nace de los ideales que, puestos a producir, son generativos. Lo que falta hoy no es el trabajo, sino estos ideales aplicados al trabajo. Pero si se consolida la idea de que solo hay un modo de hacer empresa, entonces asistiremos a la muerte de nuestro mundo, porque el trabajo se convertirá en técnica, una técnica aplicada a un ámbito específico.

Debemos aprender la lección de lo que ocurrió en Italia en los años 80 y 90. Fue algo enorme, de lo que el propio mundo de la economía social no es plenamente consciente. Ha llegado el momento de tomar conciencia de que este modo de hacer empresa y de trabajar es inédito, original y único, y tiene más de quinientos años de historia, puesto que se remonta al humanismo civil. El mundo de la economía social seguirá adelante si sabe ir hacia atrás, como en el rugby. Porque las raíces no son el pasado, sino el presente y el futuro.

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